4. No puedo

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- Luís te he dicho que no quiero hablarlo. -dijo intentando no despertar a los demás que hacía unas horas que se habían ido a dormir.

- No podemos dejar esto así. - me miró sarcástica y puso los ojos en blanco antes de darse media vuelta y atravesar el salón. Yo la seguí de cerca. - Aitana, en serio.

- ¿Ah, no? - se paró en seco. - Pero antes sí. - escupió.

Me rasqué la nuca desarmado.

- Aitana, quiero hacer bien las cosas.

- No quiero oírlo.

- ¿Qué pasa ahora? Por la tarde estabas menos a la defensiva conmigo. Ahora vuelves a tener la muralla levantada.

- Se llama no llamar la atención en televisión.

Ella continuó andando.

- Aitana, por favor. - extendí mi brazo para agarrar su muñeca antes de que entrara a las habitaciones y su gesto de dolor y grito ahogado me sorprendieron. No lo había hecho con apenas fuerza.

Busqué con la mirada el brazo de Aitana, que ya estaba escondido tras su espalda. Me puse serio, al instante, como el momento lo exigía. Agarré su brazo esta vez con un poco más de fuerza para que dejara de esconderlo y me encontré con un enorme moretón en el antebrazo, cerca de la muñeca.

Me miró asustada por mi posible reacción y lo único que pude hacer fue arrastrarla hasta el baño.

- ¿Qué es esto? - pregunté al soltarla una vez la puerta estaba cerrada.

- Un moretón.

- Vale, ¿cómo te lo has hecho? - quizás mi voz estaba sonando un poco más dura de lo normal.

- Me caí sobre la muñeca. - respondió tranquila al ver que había encontrado una explicación convincente. No para mí. Estaba hilando cosas y todo esto tenía muy mala pinta.

- Ya. - escupí con aire irónico. - Entonces por qué lo has escondido cuando lo he visto. -Había dado en el clavo y ella lo sabía. Desvió la mirada hacia la puerta. - Ah, no. Quiero que me expliques qué esta pasando y por qué estás así. - dije casi gritando.

- ¿Así cómo? - preguntó de vuelta en el mismo tono. Después de unos segundos, al ver que no iba a responder continuó. - ¿Vas a tenerme aquí dentro una semana?

- Sí, si es necesario.

Ocupado con Aitana, la puerta estaba desprotegida y Ana la abrió de par en par.

- He oído gritos. - su preocupación se volvió enfado cuando me vio allí con ella. - ¿Qué coño haces?

- Hablar las cosas. - respondí con la misma sequedad que ella y sin ni siquiera girarme.

- ¿Cómo puedes tener los huevos de desaparecer de su vida así y luego exigirle que hable contigo? Sé de buena mano que ella no tiene ganas en absoluto. Eres un puto hipócrita.

Aitana aprovechó el momento sabiendo que ahora no iba a evitar que se marchara y desapareció tras la puerta dejándome a solas con la canaria.

- De verdad Cepeda, no sé cómo has podido cambiar tanto. Fueron diez años. - apretó los puños. - Cuando te fuiste se quedó sola.
Sabes que su trabajo no le permitía conocer gente como ella quisiera y a ti te importó una mierda. Te volviste a Madrid sin decirle nada y cambiaste de número de teléfono.

- Intenté localizar a Marcos un tiempo después para preguntar cómo le iba todo, pero nunca me respondió. - traté de defenderme aún sabiendo que ante ella nunca tendría disculpa.

Sin LuzDonde viven las historias. Descúbrelo ahora