Final - Parte 4.

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(no ha acabado) Pero el siguiente lo subiré de madrugada. Ese será el último de todos. No me odiéis porfa, pero necesito mucho tiempo para este.

No me odieis más de lo necesario.

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00:24

- Terminamos los dos perdidos. - rió.

- Menos mal que mi Marcos vino a buscarnos. - volvió el silencio al darme cuenta de lo que había dicho.

- ¿Tú que crees que le pasó?

- Lo encontraron con dos disparos en el pecho. - se mantuvo en silencio. - Al principio pensé que había sido Abel. - me eché a llorar.

- Eh.- habló él. - Si tuviera los brazos libres sabes que te haría mirarme. Imaginemos que puedo hacerlo igual. - sonreí y le miré. - Bien.

- Me haces mucho bien, ¿sabes? Desde el primer momento. - me separé para poder rozar su rostro y noté como su barba rascaba contra mis dedos.

- ¿Me pegas la frente? - hizo un puchero.

- ¿Esto es en serio? - reí.

- Totalmente. - negué con la cabeza y accedí. Él dejó un beso en ella y luego rió también. - ¿Recuerdas el día que me fui? Lo que te dije.

- ¿La canción? - asintió mientras intentaba colocarme más cómodamente encima suya. - Fue cuando todo empezó.

00:35

- ¿Fue con ella con la que te diste cuenta?

- ¿De qué?

- De que me querías.

- ¿De que te quiero? - sonrió. Sonreí. - Sí.

- Yo me di cuenta antes.

- Pensaba que no sentías nada por mí, que éramos amigos.

- ¿Alguna vez lo fuimos? - rió. Reí.

00: 40

- Y llegas tú, con tu luz tu risa y ya da igual. - canté pegada a su rostro.

- Iluminas todo de una vez, con tus niñerías.

- Respirarte me da la vida. - terminamos al unísono.

1: 10

Los minutos pasaban lentos, pero nunca lo suficiente. Seguía amarrada a él, con miedo de soltarlo y que se deshiciera, que desapareciese, que se volviese polvo y no poder hundirme en él nunca más, no volver a sentir la protección que solo había experimentado con él.

- ¿Sabes? - Luis levantó la cabeza para atenderme. - Nos quedaba el último cumpleaños. - sonreí tristemente.

- Sí. - perdió la mirada en algún lugar de la habitación. - Lo tenía todo preparado. - derramó una lágrima.

- Si me lo cuentas, para mí tendrá el mismo valor.

1:12

- Después de las doce, iríamos a una zona de las pistas. Allí había pedido que me prepararan una mesa, con el paisaje alrededor. - sonreí como una tonta. - El hotel me había hablado de marisco. - negó con la cabeza sonriendo. - se rieron de mí cuando les dije que cenaríamos San Jacobos.

- Estás loco. - reí.

- Quería que fuera especial. Es el último cumpleaños.

- Contigo siempre lo es. - dije en un susurro.

- Después te llevaría a un mirador que encontré ayer por la noche. - apretó los labios formando dos hoyuelos. - Cuando salí a fumar para que no me vieses. - negué con la cabeza y golpeé su hombro. - Si todo iba como debía ir, las estrellas se verían genial. Te encantarían porque amas las estrellas. - volvió a mirar al suelo. - Entonces te diría lo mucho que me has cambiado la vida, lo enamorado que estoy de ti, lo que te amo. - ambos llorábamos ya pese a prometernos que no lo haríamos más. - Te diría entonces que no hay estrella que brille más que tú, que tienes la luz que ilumina todo. - tragó saliva. - Y entonces después...

- ¿Después? - pregunté sonriendo de medio lado y con la voz completamente partida.

- Mete la mano en el bolsillo derecho de mi chaqueta. - habló pesadamente. Seguí sus instrucciones.

1:17

- Luis... - pronuncié en absoluto llanto al notar una pequeña caja con los dedos.

- Ábrela. - asentí y lo vi. Era simple, como lo éramos nosotros, de plata y con piedras que parecían pequeños diamantes por todo el contorno. - Te habría dicho que sé que nunca querré a nadie como te quiero a ti, que me iluminara como lo haces tú. Te preguntaría si sientes lo mismo conmigo. - me miró a los ojos, completamente inyectados en sangre. - ¿Lo haces?

- Lo hago. - sentencié tomando el anillo y poniéndolo en mi dedo anular. Acaricié con ambas manos su rostro y derramé una nueva lágrima. Aquel contrato verbal que ni siquiera habíamos pronunciado estaba roto en cada letra de tinta imborrable.

1:20

Le besé de una forma que sé con certeza nunca había hecho ni habría hecho. Como si fuera de cristal, irreal, un espejismo. Como si el acceso a su piel fuera temporal. A labios cargados de las palabras que sobraba decir, que gritaban los ojos y que escondían las horas. Un beso de un te quiero es poco para nosotros y que el solo mostrar la magnitud de lo que me importas parecería el colmo de lo sobreactuado, siendo aún así los más real que nunca he sentido. Siendo lo más reales que nunca habíamos sido.

- Luis... - mi voz tembló. - Quiero que cierres los ojos.

- ¡Aitana! - empezó a forcejear con la silla. - No pienso cerrar los ojos. Dios. ¡Suéltame! Joder, sé que puedes soltarme. ¡Puedes usar la pistola y soltarme!

- Y dime. - hice que mi tono bajo le callara al instante. - ¿Si te hubiera soltado no habrías hecho lo que yo? - dije ya con el arma en las manos.

- ¡Aitana no!

Cepeda.

Seco. Rompiendo la barrera del ruido blanco. Un sonido que sabía que a partir de este instante no podría sacar de mi propia cabeza en cada una de las noches que me quedaban por delante. Un disparo que con ella me mataba a mí, obligándome a ser muerto en vida de nuevo; pero ya no podía serlo para ella.

Sin LuzDonde viven las historias. Descúbrelo ahora