Final - Parte 3.

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(este capítulo lo voy a narrar en presente)

22:24

Tres horas.

Son segundos de pestañeo y respiración a medio hacer, a media función. En los que te martilizas por dejar escapar malgastados, pero no eres capaz de hacer el más mínimo movimiento en ellos.

Es simplemente una mirada sostenida. A través de sus heridas, a través de las lágrimas, que aunque quizás no se vean más que manchas sigues sin retirar con miedo a no verlo más.

La sola visión de la desesperanza en Luis hace que el mundo se me caiga encima. Juraría que el iris era antes más claro y su pupila no estaba tan pequeña, que los ojos no estaban tan rojos, la cara tan chupada, los músculos tan destrozados que ni siquiera se contraen.

22:35

Tomo el valor de acercarme a él. Algunas zonas aún siguen sangrando. Me dedica una mirada que me hace llegar tantas cosas que sospecho haberme saturado. Dolor, culpabilidad, angustia, desesperanza, pérdida.

Hace frío aquí abajo, pero decido quitarme el jersey para ayudarle. Lo voy pasando delicadamente por cada una de las heridas. Tanteando el dolor que algodón produce contra su piel en carne viva mientras limpio como puedo.

Cierra los ojos al escozor y yo reduzco el ritmo.

22:38

Una mirada se asoma de nuevo entre los mechones de pelo que cubren la mía. Se centra en mis ojos, mis mejillas, mis labios, pasa por mi cara devolviendo la sangre que había decidido abandonarla tras el mismo toque de Edward. Todo coge un poco más de color.

- Espero que no estés siquiera planteándotelo. - pronuncia con dificultad. Niego con la cabeza mandándolo callar y continúo con mi tarea hasta que sus heridas tienen mejor aspecto. Me dedica una sonrisa triste como agradecimiento y yo asiento.

22: 42

- Luis no voy a matarte. - una lágrima que tampoco intenté reprimir abandona mi ojo izquierdo. Nadie la limpia. Tiene las manos atadas y yo tampoco pienso hacerlo.

- Aitana... - noto como se está comiendo la rabia. Finalmente derrama una lágrima contra todas sus fuerzas. - Por favor.

Lo miro unos segundos y después al arma que aún descansa sobre la mesa de madera a nuestra derecha. La luz es tenue pero a él puedo verle bien. Siempre está iluminado para mí. Vuelvo a la vista a sus ojos, que miran suplicantes y niego.

- No vamos a usar estas horas para llorar, ¿no? - sonrío. Él me imita.

No dudo, que como dentro de mí, todo en él esté revuelto. Siento como si en cualquier momento me fuera a desmayar, pero desgraciadamente el dolor psicológico no es señal de tanta alarma para el cuerpo, aunque la mayoría de las veces sea peor. Noto pinchazos por todo el pecho y un horrible mareo. Una ansiedad que me oprime y mi mandíbula tiembla en el intento de no derrumbarme.

Realmente tengo la cara de mi novio entre mis manos mientras me pide que lo mate y la barrera interpuesta para no desmoronarme en su presencia no sé cuánto tiempo más podré aguantar.

- Ven. - me señala sus piernas con la barbilla y levanta las cejas. Río y le hago caso. Paso mis pierna izquierda sobre las suyas y dejo caer mi cuerpo sobre él. Enredo mis pies con sus brazos tras la silla y aprovecha para acariciar con sus dedos la parte de mi pierna que tiene a su alcance. Yo sonrío. A pesar de todo. Como él. A pesar de todos. - Hey. - llama mi atención golpeando su cara con la mía.

- ¿Qué pasa? - pregunto hundiéndome en él. Paso ambos brazos alrededor de su cuerpo y dejo descansar mi cabeza sobre su corazón aún latiendo.

- Prométeme por favor que vas a salir de esta habitación.

- No hablemos más de esto, por favor.

- Aitana, tengo más años que tú. He vivido suficiente, n- le tapo la boca con la mano. Empezaba a derrumbar a patadas el muro. - Por favor. Te lo estoy pidiendo. Hazlo por mí.

- Luis. - sollozo. - Nunca sería capaz de perdonármelo. - su rostro se oscureció.

- Qué rabia, joder. - aprieta los dientes. - Sabe de sobra que si estuviera suelto esto ya habría acabado nada más lo hubiera planteado.

- Luis, ni lo nombres por favor. - digo mientras me aprieto más a él.

Él asiente y yo me dejo hundirme de nuevo en él.

Sin LuzDonde viven las historias. Descúbrelo ahora