Sophie, una chica de su clase, era muy bonita... aunque no tanto como Isabela. Tenía una sonrisa dulce y una mirada que podría hacer que cualquier chico se sintiera especial. Pero Samuel no podía evitar comparar cada gesto, cada palabra, con los de Isabela. Y siempre salía perdiendo.
Sophie podría ser su nueva novia. Podría sentarse junto a él en el almuerzo, reírse de sus chistes, tal vez incluso tomarle la mano cuando nadie estuviera mirando. Pero... no era Isabela. Su mente volvía a esa imagen imposible: Isabela siendo suya. No era Sophie a quien quería ver al final del pasillo, ni a quien imaginaba diciéndole que todo iba a estar bien. Era a ella, siempre ella.
Sophie podría quererle mucho, tal vez más de lo que jamás soñó. Pero Samuel no podía evitar ese vacío. Porque, al final del día, no era el amor de Sophie el que ansiaba. Lo que realmente deseaba, lo que llenaba sus sueños y sus pensamientos, era algo que nunca tendría: que Isabela lo quisiera a él.
Y esa realidad le pesaba como una piedra en el pecho.