Querida Isabela,
A veces me encuentro deseando con todas mis fuerzas reunir el valor necesario para levantarme de esta silla, acercarme a ti y besarte con todo mi corazón.
Pero luego recuerdo mi timidez y esos sentimientos se desvanecen, dejándome con el anhelo de un beso que parece tan lejano.
Aunque la distancia y mi timidez me detienen, quiero que sepas que mis sentimientos por ti son muy profundos.
Con tristeza,
Sapito---
Isabela abrió su casillero y, al hacerlo, una carta de color verde cayó al suelo. Se agachó rápidamente para recogerla y una sonrisa iluminó su rostro al ver el remitente.
"Sapito", pensó con ilusión.
-¿Tu Sapito de nuevo? -se burló Millie, su mejor amiga, mientras le arrebataba la carta de las manos.
-¡Millie! -se quejó Isabela-. ¡Devuélvemela, por favor!
Millie le dio la espalda, tratando de alejarse mientras comenzaba a leer la nota en voz alta, imitando un tono grave de voz y riéndose.
-A veces quisiera armarme de valor -leía entre risas-, levantarme de esta silla, acercarme a ti... ¡Oww! Cosita linda -se burló-, y besarte con todo mi corazón... Uy, Sapito, qué pícaro te has vuelto.
Dejó de leer y comenzó a reír fuerte, atrayendo la atención de los demás estudiantes. Isabela logró quitarle la nota de las manos, ahora arrugada por el forcejeo. Miró a Millie con desdén y se alejó rápidamente.
-¡Oh, venga, Isabela! -dijo Millie, siguiéndola.
-No hacía falta ser tan tonta -dijo Isabela, molesta. Se dio media vuelta y, con una expresión de desagrado, desapareció por el pasillo.