Miguel miraba aburrido como Hiro registraba todo lo que escuchaba en su tableta holográfica; el aburrimiento era tanto que sus parpados estaban a punto de cerrarse y su equilibrio se iría a la mierda en cuestión de segundos.
-Gracias por su ayuda- Se sobresalto de pronto al escuchar la voz del mayor, el cual camino hasta la salida, suspiro y le siguió.
Hiro había pedido que le acompañara a investigar en hospitales y centros de salud de la ciudad para su proyecto, dado que no sabia andar por la ciudad y no tenia a otra persona a quien recurrir. Mientras el pequeño Rivera se sentía todo un sidekick -Soy tu guardaespaldas, tu confidente, tu perro guardián, como tu gemelo, tu compadre, tu...- Hamada rodo los ojos mientras el mexicano hacia exagerados ademanes con sus manos mientras caminaban.
-Nah, eres más como un asistente o una secretaria- desestimo con una sonrisa burlona la ver la cara molesta del latino.
-Vete a la chingada Hiro- bufó caminando más a su lado -¿Para que necesitas investigar tanto?- se quejo arrastrando los pies mientras Hiro buscaba un taxi y empezaba a considerar llamar un Uber.
-Para saber sobre la situación de salud en México- respondió con sencillez ante los quejidos de Miguel sobre ya no querer caminar.
-Bien yo te lo resumo, esta de la patada- Respondió con enfado llevando sus manos a las bolsas de su sudadera -¿Cuanto más falta?- Se quejó nuevamente mientras el mayor seguía sin quitar la mirada de su aparato.
El de tez blanca inflo una mejilla -Solo un hospital más... Esta cruzando la ciudad- Miguel le jalo más a su lado cuando un hombre se le quedo viendo, Hiro ni lo noto.
Siguieron caminando hasta donde se suponía había una central de taxis -Agh, hemos tomado tantos camiones y taxis que ya hasta el miedo de ser secuestrado en uno se me quito- comento el moreno mientras el nipón lo reprobaba con la mirada. El estomago del menor gruño y su desesperación se hizo más palpable -Ándale Hiro, vamos comer algo o moriré de hambre- pidió jaloneándole del brazo mientras este se quejaba y lo llamaba "Brusco"
Ambos detuvieron su andar, el ameri-asiatico miraba con reproche al latino que fruncía el ceño y le seguía jaloneando del brazo -Miguel Stop- pidió en un gruñido que fue ignorado, pues el mexicano le siguió zarandeando -¡Miguel!- Pero ya era tarde, Miguel se había lanzado sobre su espalda y dado que era todo un debilucho, muy pronto caerían y se romperían la madre.
El nipón trato de librarse de ese inminente futuro sin mucho éxito dado que no tenia mucho musculo.
-¡Okay! Iremos a comer algo pero ya quítate, estas pesado- Bufo el mitad japonés mientras el otro obedecía y trataba de recuperar el aire.
Miguel sonrió -Genial, vamos por aquí hay un centro comercial- Caminaron hasta el pequeño centro comercial donde una magnifica fuente se alzaba. Se dirigieron a un restaurante "japonés" ante la mirada ingenua de Hiro, esperaron en una pequeña sala hasta que les dieran una mesa. Para matar el tiempo Hiro comenzó a tocar el hoyuelo de Miguel, repetidas veces hasta que sus cejas se fruncieron y le miro enojado -No hagas eso...- gruño con las manos en su hoddie.
A Hiro le importo muy poco y siguió tocando ese hoyito en su mejilla -¿Por qué?- cuestiono juguetón al ver que la paciencia del latino quería esfumarse.
-Es como si yo te abriera la boca y te picoteara el espacio entre tus dientes... así- Y dicho y hecho, abrió su boca y comenzó a tocar ese bonito rasgo que le gustaba de Hiro ante los gruñidos del nipón y los golpes que daba a su pecho.
Por la mente de Hiro solo pasaban dos cosas; la pregunta de si Miguel tenía vergüenza y como lo mataría uno de estos días.
Finalmente se libero del agarre de Miguel y le dio un golpe brusco en el hombro que provoco que se tambaleara, el latino resolló y le empujo, Hiro se la regreso golpeando su rostro... El mexicano le empujaba del brazo mientras con la otra mano detenía la muñeca que amenazaba con golpearle el rostro otra vez. Mientras se miraban intensamente y gruñían un par de maldiciones.
Un mesero carraspeo y ellos se despegaron de inmediato con una sonrisa inocente y las cejas bajas. El hombre les pidió seguirlo y les concedió su mesa.
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