Capítulo 2. El chico de la guitarra

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El tranquilo sueño del chico extranjero se fue al demonio cuando escucho ese infernal y particular ruido -¡Se compran colchones, refrigeradores, estufas, microondas...!- Se levanto de golpe cayendo al suelo junto a las cobijas que le tenían atrapado.

Hiro jadeo de dolor y bufo levantándose del suelo; Baymax se activo inevitablemente -Tuviste una caída- El nipón rodo los ojos ante eso y se reincorporo con un punzante dolor en la espalda baja; se dio cuenta de que ya no podría dormir, por lo que opto por tomar una ducha.

Después de salir de esta y vestirse fue por algo para desayunar y no morir desnutrido, como Tía Cass le había pedido múltiples veces cuando le dejo en el aeropuerto, pues ella ya no estaría para alimentarle y eso le preocupaba. Bebió un café y acepto el pan dulce que la dueña de la casa le ofreció.

Estaba dispuesto a salir hacia la universidad, en cuanto descubriera donde estaba la parada de autobús -¿Me podría decir donde puedo tomar el bus?- Pregunto a la señora Sol que se encontraba cortando algunas telas.

La de largo cabello negro ladeo la cabeza confundida -¿Él que?-

Hiro carraspeo y se llevo las manos a los bolsillos -Bus... Ehm ¿Transporte público?-

-Oh el camión- La mujer soltó una risita, ese muchacho era encantador y raro a la vez -Bueno esta a tres cuadras de aquí derecho hasta topar con la carretera- Hiro alzo una ceja sin entender muy bien las indicaciones pero asintiendo de cualquier manera, a lo que entendió estaba a tres calles más de ahí. O algo así.

La señora de cabello azabache resopló mientras se quitaba los lentes y se levantaba para abrir la puerta y tratar de explicarle mejor; al asomarse un chico corría con entusiasmo seguido de un perro.

El menor alzo la mirada del camino y le miro -¡Buenos días Doña Sol!- Frenéticamente movió la mano, acercándose a la pequeña banqueta.

-Buenos días Miguel... ¿Vas a la escuela?- El menor asintió con energía mientras curioso trataba de mirar sobre el hombro de la mujer -Bien, ¿Podrías hacerme un favor?-

El moreno sonrió de lado, aquel único hoyuelo hizo aparición entonces -¿De qué o qué?-

La señora empujo levemente al chico universitario por los hombros -Necesito que lleves a este chico a la parada del camión- Miguel le sonrió de medio lado y asintió, mientras Dante ladraba al ameri-asiatico.
La señora agradeció y encamino a su inquilino con el menor, el cual se había quejado y con soberbia menciono que no era ningún inútil y podía encontrarlo por si mismo. A Sol le importo muy poco su queja y le dijo que lo siguiera.

Caminaron entonces hasta la condenada parada, Miguel miraba sus rasgos con curiosidad; incluso parecía tan curioso como el can que le olfateaba y ladraba juguetonamente. Hiro trataba de ignorar la incomodidad que sentía ante eso y dispuso a mejor escuchar algo de música o alguna conferencia nerd que le distrajera.

El de tez morena decidió hablar justo cuando una canción comenzaba a sonar en su auricular, el de cabello alborotado rodo los ojos con enfado -¡Hola! Soy Miguel Rivera... ¿Como te llamas?- Menciono con una sonrisa mucho más amplia y un brillo en esos orbes chocolates.

-Hiro- mascullo sin mirarle realmente -Hiro Hamada-

Miguel alzo una ceja divertido -Wow... ¿De donde vienes?- El inquilino de la Señora Sol no parecía ser de por ahí; tenia ojos ligeramente rasgados y una piel muy blanca, de algún lugar de Asia probablemente. Eso le picaba de curiosidad.

-San Fransokyo- murmuro con la vista fija en la pantalla de su móvil.

-¿Es esa ciudad en la que hubo un feo terremoto y llegaron japoneses a reconstruirla?- Hiro asintió levemente, ese había sido un buen resumen de la ciudad; denle una paleta al niño que sabia de historia -¡Que padre!- Dijo con una amplia sonrisa, el de tez pálida no comprendió que tenía que ver su padre pero asintió y dio por terminada la conversación dispuesto a volver a ponerse los auriculares -Mi familia y yo fuimos a Estados Unidos hace dos años, pero a Los Ángeles ¡Para recoger un premio que le entregaron a Papá Héctor por sus canciones!- 

Amorcito CorazónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora