Sangre en las manos.
He caminado sin rumbo alguno por lo que parecen ser horas. Al llegar al centro lavé mis manos en una vieja fuente, limpié la sangre de mis manos, pero no de mi mente, de mi alma.
Mi alma se ha manchado un poco, he perdido un poco de mí también, me he quedado sin rumbo, incluso parece que no estoy en mi cuerpo, sino flotando fuera de él, viendo lo que hace, pero sin la posibilidad de controlar sus acciones.
Solo, estoy tan perdida.
Abro mi mano y con masoquismo, observo una vez más lo que Broke me entrego y pidió entregara a su hermana. ¿Cómo se supone que haga esto? ¿Cómo le diré que su hermana murió?, por mis propias manos, ¿Cómo le diré a mi hermano qué mamá no volverá? ¿Cómo se lo diré a papá? ¿Cómo haré para seguir con tanto dolor en mi vida?
Si pudiera regresar y evitar todo esto dando mi vida, lo haría, pero es muy tarde para eso. Hay tantas personas que se han cruzado en mi camino y han muerto por mí, ni siquiera he podido hacer que al menos no fuera en vano.
Coloco la cadena en mi cuello mientras una lagrima nuevamente recorre mi mejilla, inmediatamente la elimino con el dorso de mi mano y levanto la mirada, encontrando el auto perfecto para nuestro viaje, así que me dispongo a ir hacia él.
Una vez completa mi labor, estaciono el auto frente a la casa con la puerta marcada por mis amigos, tal como lo habíamos acordado. Bajo del auto en completo silencio sin dejar de observar todo a mi alrededor mientras camino hacia la puerta de la vivienda.
Al abrir la puerta, las luces se encienden abruptamente frente a mis ojos. Cuando estos al fin se acostumbran a la luz, lo único que logran ver, son un arsenal de cañones apuntando mi rostro. Hombres, mujeres, jóvenes y adultos, todos amenazando mi vida por alguna razón.
Tal vez no es tan malo, tal vez es mi salida, mi oportunidad de arreglar las cosas, de hacer que esto pare, todo este dolor al fin terminaría, pero cuan egoísta sería si lo hago, acabar con mi dolor para dejar en el mismo infierno a muchas personas más.
—Las manos en el aire— dice una dulce voz femenina detrás de la multitud.
La voz parece tan joven, de una niña apenas, pero vamos, también lo soy aún ¿O no?
Lentamente hago lo que me fue ordenado. Un hombre con algunas cuantas arrugas marcadas en su rostro y un rastro de canas decorando algunos mechones de su cabello castaño; se acerca a mí y como si tratara de un animal rabioso, me hace caer de rodillas al suelo y coloca el cañón de su arma a centímetros frente a mí.
Una vez que me tienen asegurada como su presa recién obtenida, bajan las armas y retroceden un par de pasos, dejando mi campo de visión libre para ver a Víctor inconsciente en el suelo, con un hilo de sangre escurriendo de su ceja hasta su mejilla. Por otro lado, Emma tiene las manos atadas detrás de su espalda, amordazada, con los ojos rojos y brillantes por las lágrimas que estos han derramado, pero no se alejan de mí, su mirada permanece sobre mí en todo momento.
—¿Qué los trae por aquí? — pregunta una vez más la misma voz, arrastrando una mezcla de inocencia y madurez.
Miro a todos los presentes sin mover mis labios siquiera un centímetro. Una joven rubia, no mucho mayor que yo me mira con odio mientras intenta acercarse a mí, pero inmediatamente una niña, de alrededor de catorce años, se interpone entre ella y yo, mirándome fijamente.
Su piel es morena, su cabello rizado que cae hasta sus hombros y unos ojos tan verdes, que incluso podrían confundirse con dos esmeraldas. Su postura es firme, sin quebrarse, ella tiene toda la pinta de líder, todo eso que no veo en mí.
—Levántenla — ordena.
El mismo hombre que me hizo caer de rodillas intenta tomar mis brazos, pero incluso antes de que pueda sentir mis prendas sobre la yema de sus dedos, me alejo de golpe sin mirarlo.
—Puedo sola — reprocho poniéndome de pie.
En solo cuestión de segundos, la morena parece ver algo que capta toda su atención, incluso podría decir que la hizo vulnerable.
—Esperen — dice en un murmuro, por primera vez —. ¿De dónde sacaste eso? — pregunta acercándose a mí con prisa, para después tomar en sus delicadas manos el collar que cuelga de mi cuello, el collar que Broke me dio y pidió entregará a su hermana.
Mi mente no tarda en unir las piezas y darme cuenta de a quien estoy viendo, de quien me ha encontrado.
Es Tamara.
La miro sin decir una palabra, un nudo en mi garganta me impide hablar, no encuentro las palabras correctas para decirle que su hermana no vendrá.
—Broke — susurro al cabo de unos segundos reprimiendo las lágrimas que amenazan por salir una vez más —. Tu hermana me lo dio.
Su rostro parece palidecerse al escuchar dichas palabras. Retrocede un paso y deja caer su arma al suelo mientras baja la mirada sin emitir sonido alguno.
Con las lágrimas a punto de desbordarse al recordar como la vida de una de mis amigas se desvaneció; me quito la cadena y me acerco a Tamara, cuidadosamente tomo una de sus manos obligándola a mirarme. Sus ojos están perdidos, parece ausente, su mente divaga, tratando de comprender la situación. La persona que vi hace solo unos segundos se evaporo y lo único que quedo, es una niña indefensa, recibiendo todo el dolor de perder.
Verla así solo hace esto más difícil. No estaba preparada para decirle adiós tan pronto, mucho menos para decirle a su pequeña hermana, que Broke ya no está, no tan pronto.
Coloco la cadena en su mano —Tu hermana me pidió que te lo entregara — cierro su puño. Sus ojos miran su mano mientras sus labios están entreabiertos, sin saber que hacer —. Lo lamento — susurro.
Una lagrima cae sobre su mano antes de que comience a negar con la cabeza una y otra vez. Sin poder resistirme, la atraigo a un abrazo, sus brazos rápidamente se enrollan en mi cintura y su rostro se oculta en mi pecho mientras llora y grita, lo hace con fuerza, con dolor, desesperación, grita al ver sus esperanzas pisoteadas, al comprender que su hermana no volverá por ella, no como lo había prometido.
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Zona cero: Entre sombras©
Science FictionUno cae al abismo y pierde la esperanza, el valor, se sumerge en la pesada oscuridad, se refugia en el silencio del corazón, se ciega de odio y es lo único que lo impulsa a seguir, tu fuerza se desvanece, pero se ve reemplazada por el rencor. Este...