26. 7 Things

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"And the 7th thing I hate the most that you do...

You make me love you"

Paso canales constantemente sin quedarme en uno fijo porque nada de lo que emiten en la televisión me interesa. Mi madre llega al salón y se sienta a mi lado en el sofá, tan cerca que nuestros hombros terminan chocando. Me ofrece de su bol de snacks salados y yo le hago un gesto con la mano para negar. Me sentiría inquieta sabiendo que esos gusanitos naranjas con sabor a queso estarían en mi estómago durante toda la noche.

—Está bien que te guste pasar mucho tiempo en la ducha —empieza a hablar mientras come de su bol sin parar—, pero quizá deberías buscarte un antidepresivo un poquito más barato.

Se me escapa una sonrisa, porque lleva razón. Normalmente estoy metida en la ducha durante un buen rato, con el agua bastante caliente, así que cuando paso por esta especie de estado de depresión tardo el doble.

—Lo siento. No puedo evitarlo.

—¡Déjalo ahí! —exclama de pronto cuando cambio uno de los canales—. Están dando Garfield.

—Eso es muy de mi infancia —comento, y le hago caso. Si quiere ver al gato, vamos a ver al gato.

—Lo es. También te gustaba mucho Sabrina.

—¿Sabrina?

—La bruja.

—Ah, sí... Ya la recuerdo.

Aquellos tiempos maravillosos en los que mis únicas preocupaciones consistían en no perderme ninguno de mis programas y películas favoritas.

—Oye... ¿Puedes contarme la segunda parte de la historia con papá?

Soy masoquista, lo sé. De alguna manera Louis y mi padre tienen cosas en común, y no solo me refiero al color de ojos, y por alguna razón me apetece seguir escuchando a mi madre hablar de ello.

—Las segundas partes nunca superan las primeras. Lo interesante ya te lo conté.

—¿Lo interesante es que era un traficante? —pregunto, irónica.

—Bueno, pues... —Mastica un par de gusanitos naranjas, se chupa los dedos rápidamente y deja el bol a un lado—. Yo era una acosadora visual por los pasillos pero él no sabía que yo existía. Luego terminamos el instituto y yo no volví a verle durante un tiempo. Me olvidé un poco de él durante unos años, hasta que me enteré de que se había dedicado a tatuar. Trabajaba en un estudio de tatuajes que había en el centro comercial, y evidentemente me entraron ganas de hacerme un tatuaje.

—Pero tú no tienes ningún tatuaje —apunto de inmediato—. O eso creía...

—No, no tengo ninguno. —Sonríe—. Fui al estudio para informarme acerca de los precios, o lo que es lo mismo... a verle a él. Estaba tan guapo... Los años que habían pasado le habían sentado genial. Y ya había empezado a hacerse tatuajes.

—¿Fuiste solo para verle a él? —Termino riéndome solo con imaginar la escena.

—A veces se me iba un poco la pinza... De hecho le dije que quería un tatuaje y me dio fecha para unos días después. ¿Sabes qué?

—¿Qué?

—Me reconoció. No sabía mi nombre pero me dijo que sabía quién era porque me había visto por el instituto.

—Qué romántico —bromeo.

—Entonces llegó el día del tatuaje.

—Sí... —la apuro para que cuente con más rapidez.

El objetivo de Carter Jones [LIBRO I]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora