32. We do

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"We drive each other crazy

And that's how I like it, baby (...)

Cause ain't no one love like we do"

—¿Carter? —escucho la extrañeza en su voz—. ¿Por qué venías corriendo?

Freno cuando le tengo delante y entonces sí echo un vistazo hacia detrás. Los musculitos de Cooper no están por ninguna parte. Suspiro aliviada.

—Me acaba de pasar una cosa rarísima.

—¿Qué cosa?

—Bueno, dos cosas —corrijo—, pero una me ha dejado más trauma.

La sudadera de color azul marino que lleva puesta no se la había visto antes. Es lisa, sin estampado, larga y ancha, con los cordones de la capucha de color blanco. Le sienta muy bien ese color, acabo de descubrirlo. De manera fugaz me imagino su armario: sudaderas colgadas en las perchas y chándals doblados en la parte de abajo. Solo eso.

—Me he encontrado con Cooper —empiezo a contarle—, o más bien él me ha encontrado a mí. Parecía todo normal hasta que ha intentado... bueno, lo ha hecho, no lo ha intentado. Me ha tocado. Estaba muy raro.

—¿Tocado? ¿Te tocó... cómo?

—La pierna, y quería volver a tocarme. Por eso salí corriendo.

Se lleva las manos a la frente, se aparta el pelo de la cara y este vuelve a caer cuando lo suelta. Resopla.

—¿Estás bien?

Asiento con la cabeza. Ahora estoy bien, en ese momento estaba muy desconcertada.

—Estaba colocado.

—¿Cómo? —Frunzo el ceño.

—Estaba colocado. Le he vendido droga hace como dos horas.

Ahora sí que estoy alucinando de verdad.

—¿Le vendes droga a Cooper? —pregunto, con incredulidad.

—Él me compra. —Se encoge de hombros, como si la culpa no fuera suya.

—¿Desde cuándo?

—No lo sé... Es un buen comprador.

—¿Me estás vacilando?

Por un momento aprecio una sonrisilla en su cara.

—Carter, la gente no es lo que parece. Cooper no es un niño bueno y perfecto, ni de lejos. Evita estar cerca de él, por favor.

Desde luego que después de esto no me acercaré. Me pasa un brazo por encima del hombro, me atrae hacia él y me da un beso rápido en la cara. Qué mono.

—Ahora me has dejado más inquieta todavía. ¿A cuánta gente conocida del instituto le vendes droga?

—A bastante.

Y lo admite sin cortarse un pelo.

—Así que eres como el máximo traficante del instituto.

Empezamos a andar juntos, y suelta una risita. Para él todo esto es muy normal, pero yo todavía no me acostumbro y sé que debo hacerlo porque esa vida por parte de él, al menos de momento.

—Soy el único, de hecho.

—Qué buena es la gente guardando secretos.

—No era ningún secreto. Todos murmuraban.

Sí, los rumores que yo no me creía.

—Ahora te han pillado.

—Pero no he perdido clientes. Sigo vendiéndoles, solo que fuera del instituto.

El objetivo de Carter Jones [LIBRO I]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora