Capítulo 1 Un par de Hoyuelos

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—Nos falta poco Gaby —animó su amigo acelerando el paso.

— ¡Qué no me llames así, joder! —reclamó disgustado Gabriel, arrastrándose por el reducido camino de lodo, el cual estaba limitado en altura por cuerdas y cables para que las personas no tengan otra opción que arrastrarse en el húmedo y desagradable fango.

—Puedo ganarte —informó entusiasmado, incrementando su velocidad.

—¡Púdrete Felipe! —gritó irritado al trasero que se alejaba frente suya.

Gabriel es competitivo por naturaleza. Pero en este momento no le importaba ser el último. Después de todo ni siquiera era una competición. Y si lo fuese, sería demasiado injusta. Al ser el más alto fue el último en comenzar.

— ¡Muévanse cerditos! —animó uno de los espectadores mofándose mientras grababa todo en su celular.

Cabe aclarar que la actividad física, a la cual estaban siendo sometidos, era parte de la pequeña bienvenida de la facultad de ingeniería de su universidad para los nuevos estudiantes. La iniciación fue bautizada como «El Bautizo», valga la redundancia. Una tradición donde los nuevos estudiantes eran invitados a participar en una mañana deportiva.

Las autoridades universitarias, a pesar de su descontento con la actividad, no podían hacer nada, ya que los estudiantes acceden a participar por su propia voluntad y todo era tratado, como se dijo antes, como una actividad recreativa y deportiva. En otras palabras, los estudiantes eran movidos a ser parte de la actividad a causa de la presión social. Es una tradición nada sana, incluso estúpida. Llevándose a cabo por al menos un par de décadas en la facultad. La actividad hacía referencia a las academias militares, los «cadetes viejos» recibían a los «nuevos» con actividades físicas y denigrantes.

— ¿Eso fue un flash? —Gabriel observó aturdido el tumulto de espectadores, inmortalizando todo con fotos o videos. Menos mal, los rostros de los estudiantes en su mayoría eran irreconocibles debido a la suciedad.

— ¡El grandote de atrás, apresúrate! —ordenó uno de los estudiantes encargados de vigilar la actividad. Todo fue organizado por estudiantes de segundo año, que irónicamente hace un año estaban realizando la misma actividad, pero como las víctimas. Cómo todo en la vida esto era un círculo vicioso.

—Tienen suerte de ser muchos —maldijo por lo bajo Gabriel apresurando su paso.

Gabriel Cross era un chico de pocas palabras. Tiene una tez caucásica, con una estatura de metro ochenta y ocho. Esos ocho centímetros marcan una buena diferencia del resto. Poseedor de un cabello, ¿castaño claro o rubio oscuro?, ni el propio Gabriel lo sabe, la mayoría de personas simplemente lo consideran rubio. Aunque en estos momentos nadie lo puede notar, gracias a la capa de lodo que cubría la mayoría de su cuerpo, incluyendo su cabeza. Sus ojos eran de un fascinante y frio color gris. Su voz es grabe y profunda que podía llegar a intimidar fácilmente si se lo proponía. Popular entre las chicas, sin embargo, nunca ha tenido novia, ¿la causa?, es todo un misterio.

Al terminar el circuito de obstáculos, fue llevado junto al resto de sus compañeros de primer ingreso, que eran colocados por orden de llegada, por lo cual Gabriel fue el último en tomar asiento sobre el pasto de la cancha principal de futbol de la universidad.

—Apareciste gruñón —se burló Felipe, quien lo abandono para no quedar de último. Aunque no había gran diferencia, este ocupaba el penúltimo lugar al estar sentado a su derecha.

Aún no entendía como su amigo tenía los ánimos para bromear y sonreír en esa situación. Él simplemente tenía una cara de póker, pero en sus adentros estaba en su límite. Si no fuera porque la mayoría de los sujetos encargados de la actividad llevaban bates de béisbol, solo por «tradición», ya se habría largado y de paso golpeado a unos cuantos.

De Triangulos a CuadradosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora