El resplandeciente sol iluminaba esa bella mañana de sábado. En una concurrida plaza comercial, dos jóvenes salían de un supermercado.
— ¿Y desde cuándo eres tan fanático de hornear? – Indagó Felipe mientras caminaba junto a Gabriel. Este último cargaba las compras recién hechas.
—Desde que mi hermana me declaro la guerra. —Explicó con simpleza mientras apresuraba su paso. Más vale que su hermana y su reseco pan de banano se preparen.
Las vacaciones de verano se acercaban y las primeras pruebas semestrales habían acabado. Las pruebas no estuvieron del todo mal, gracias a la tarde que paso junto a Lucas estudiando química. Sin embargo, la serie de nomenclaturas fue lo peor. Gabriel se felicitaba al poder defenderse en dicha prueba, quien se iba a imaginar que "[NiCl2(H2O)4]" era "tetraacuadicloroniquel (II)". Odiaba con todo su ser los ácidos.
Como agradecimiento, el rubio quería regalarle pan de banano al moreno. Dicen por ahí que la mejor forma de llegar al corazón de un hombre es por el estómago.
—Ya veo— dijo Felipe, más confundió que antes. –¿Si sabes que en la panadería de tu familia o incluso en tu propia casa hay todo esto que acabamos de comprar? –Le recordó mientras seguía el veloz caminar del rubio.
—El camino fácil nunca ha sido lo mío. —Con decisión declaraba mientras ambos avanzaban esquivando a los peatones.
— ¿Es necesario hacerlo en mi casa? Aún no confió en tus nulas habilidades para siquiera hervir agua. – Cuestionó con burla y preocupación. —Creo que tu hermana no tendría ningún problema en enseñarte. —Trató de persuadirlo. El castaño quería evitar a toda costa dejar su cocina en las manos de su mejor amigo. Vale, lo quería y era como otro hermano. Pero Gabriel apenas y sabía usar los fósforos.
Gabriel simplemente lo ignoro, de nuevo. De repente cruzó los brazos deteniéndose, se fijó en cierta pareja cercana. –¿Esa no es la novia de mi Lucas? – dijo a nadie en particular, observando a la antes mencionada con el tipo castaño que gruñía cómo perro. Ambos caminaban agarrados de la mano, alejándose en sentido contrario.
—Si, efectivamente, es ella. El sujeto se me hace conocido. — Trató de recordar Felipe.
El rubio simplemente suspiro y siguió caminando con la sensación de un mal presagio. No quería meterse en asuntos que no eran de su incumbencia. Desearía que lo fueran, sería mucho más sencillo. Pero apenas era amigo de Lucas. Cuando él quería más que eso. Decidió no pensar más en el asunto y llegar lo antes posible al hogar de Felipe, la cual convenientemente estaba cerca del nuevo centro de la ciudad.
Al cruzar en una esquina, la zona comercial fue sustituida por pequeño parque público. Un enorme árbol de ceiba se alzaba glorioso en los jardines, acompañado de árboles más pequeños, otorgando sombra a los visitantes. En el centro se ubicaba un pequeño quiosco donde algunos niños jugueteaban en su interior.
En los alrededores se observaban diversas cafeterías, restaurantes y puestos de comida. Por las noches el lugar era bastante popular. Ambos decidieron atravesar el parque, talvez un helado o un raspado de hielo no era tan mala idea ahora mismo.
—Y le agregaré un ingrediente secreto— dijo en un tono de misterio.
—Adivinaré. Chocolate— dijo con simpleza Felipe dejando atrás al rubio que detuvo sus pasos y lo observaba con el ceño fruncido. —Gabriel, compraste cuatro diferentes tipos de chocolate. —Dijo con obviedad su mejor amigo. Felipe esperaba alguna réplica, esta nunca llego.
Gabriel estaba observando como cierto moreno entraba a una de las cafeterías cercanas. La fachada del local estaba hecha de ladrillos y grandes ventanales de cristal. En un pequeño letrero rústico de madera se leía en letras delicadas "Las orquídeas".
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De Triangulos a Cuadrados
RomanceCallado, inexpresivo, impulsivo e inseguro. Luego de una bienvenida a la universidad nada normal, el tranquilo mundo de Gabriel será movido. Un triángulo amoroso que pronto explotara y puede que más de uno salga herido. Pero Gabriel hará todo lo po...