Sus besos se habían mudado a mi mentón y llevaban un recorrido hacia mi cuello. No era consciente de que nos estábamos moviendo hasta que sentí algo chocar contra el hueco poplíteo de mis piernas.
─Guillermo. ─Él estaba dando besos muy cerca de mi oreja.
─Lo sé, solo espera. ─ Había terminado sentado sobre el reposabrazos de mi sofá, con Guillermo aun repartiendo besos sobre mi rostro y cuello. De alguna manera la atmosfera anterior estaba desapareciendo y sus besos comenzaban a hacer cosquillas. ─Yo quería hablarte sobre algo, pero creo que después de este momento sería algo vergonzoso. ─ Se acercó a mi rostro de nuevo y dejó un beso sobre la punta de mi nariz. ─ Me iré ahora. Buenas noches. ─ Me sonrió, su rostro estaba algo rojo. Y cuando estaba a punto de irse tomé su mano.
─Puedes quedarte... es decir, tu madre dijo que si daban la una podías quedarte, ya sabes, hay peligros tan tarde. ─
─¿Está bien para ti? ─
─Creo que no lo habría dicho si no lo estuviera... quédate. ─ Su mirada se quedó junto a la mía por unos segundos y asintió.
─Está bien, me quedaré. ─ Sacó su celular. ─ Le avisaré a mi madre. ─Asentí y hui a la cocina, no había otra manera de decirlo. Realmente me escabullí y tomé un gran vaso de agua, que al menos me había ayudado a tranquilizarme y después de unos segundos salí. Guillermo estaba sentado en la el sofá de la sala. ─Entonces, ¿me prestarás una manta? ─ Tenía aquella sonrisa en su rostro, y aún podía notar el color rojizo en sus mejillas.
─Realmente pensaba que podríamos dormir en mi cuarto, la cama es muy grande... o podrías dormir tú ahí y yo dormiría en el sofá. ─ Todo quedó en silencio por unos segundos que me parecieron eternos.
Él estiró su brazo y me tendió su mano, automáticamente la tomé.
─Vamos. ─ Me sonrió de nuevo y si seguía haciendo aquello yo iba a terminar besándolo de nuevo. Caminé por la escalera hasta mi habitación. Guillermo iba detrás de mí y nunca soltó mi mano. Cuando llegamos a mi habitación recordé el desastre de ropa que había dejado, bueno, más que recordarlo fue que vi mi ropa regada por la habitación.
─Tuve una pequeña crisis de identidad hace un rato. ─ Intenté soltar su mano para poder levantar la ropa regada en el suelo pero él no la soltó.
─Mañana lo haces. ─ Caminó hasta la cama llevándome con él. ─ Mañana debes trabajar y ya es tarde, durmamos. ─ Asentí.
─Puedes tomar algo de ropa para dormir, en ese cajón tengo mis pijamas y también...─Me tomó por las mejillas y me dejó un suave beso en los labios...
─Gracias. ─ Se alejó de mí, tomó uno de mis pijamas del cajón y salió de la habitación. Me dejó un poco descolocado, pero esto, la situación, se sentía bien. Tomé un pijama también y me cambié rápidamente antes de que Guillermo volviera. Dejé la ropa sobre el sofá y quité las mantas de la cama, puse la alarme en mi móvil y después de unos minutos Guillermo volvió a la habitación con mi pijama puesto, le quedaba un poco holgado, se veían tan hermoso. ─Creo que me queda un poco grande. ─
─Sí, eso parece. ─ Podía ver la blanca piel que cubre la parte de sus pectorales que se asomaba por el cuello de la camisa.
─No es mi culpa que seas un chico musculoso. ─ Dejó su ropa doblada sobre el sofá. ─Quiero aclarar que no me estoy quejando. ─ Me guiñó un ojo y me sonrió. Dios. ─¿De qué lado duermes? ─
─Ambos están bien para mí. ─
─Perfecto, porque me gusta dormir a la izquierda. ─ Asentí y rodeó la cama. ─¿No vienes? ─