Wolves

3. Lobo

«Alec»

Todo comienza a dar vueltas. Al levantar mi playera, puedo notar mejor la herida. La observo con detenimiento y puedo notar que es una mordida.

Regreso mi mirada a Magnus que se acerca y me toma de la cintura, como si evitara que fuera a caer.

Me acerca al sillón y se coloca junto a mi, pero no cerca, solo lo suficiente para observarme.

—¿Que fue lo qué pasó?

Apenas y puedo pronunciar las palabras.

—Ragnor te encontró en la carretera, estabas muriendo y te trajo aquí, pensando que podría ayudarte.

—¿Ayudarme de que forma?

—A nuestra forma Alec.

—¿Qué es esto? ¿Qué me hicieron? —Tocó la herida, con la yema de los dedos y voy siguiendo la forma de esta. —Estoy sano, como si nada hubiera pasado.

—No creo que exista una forma de explicarte lo que estoy a punto de decir.... nunca la hay... Yo... yo te convertí Alec. — Entrecierro los ojos y lo miro, Magnus suspira y cierra los ojos, como si se preparara para lo que está a punto de pasar.  — Te convertí en lobo Alec. Yo soy un lobo, un hombre lobo.

—Tienes que estar bromeando...

—No Alec, no lo hago. Los lobos de esta ciudad, no son normales, son gente, somos nosotros. Era la única forma de salvarte, no teníamos opción.

—¿Y que te parecía un hospital?

—No lo ibas a lograr Alec.

Esto es una locura, no puede ser real. Estas cosas no existen. Ni aquí, ni en ningún lado.

Pero la marca que llevo, dice otra cosa, las cicatrices en mis muñecas también.

—Pruébalo...

—No...

— Entonces, no te creo.

—Alec...

Me levanto y camino de nuevo a la puerta, esta vez más decidido.

—Me voy

Estoy por girar el picaporte, cuando se escuchan gruñidos, el sonido de huesos rompiéndose, garras... me quedo petrificado.

No puede ser real.

Giro lentamente y lo que veo me asusta y me sorprende de igual manera.

Lo que está frente a mi, ya no es Magnus, ahora es un gigantesco lobo de pelaje café - dorado, ojos parecidos a los de un gato.

Resopla y sacude las orejas. Se acerca sigilosamente y golpea con su hocico mi mano, yo reacciono y coloco mi mano sobre su hocico.

Me agacho y lo observo más de cerca. Puede que sea un lobo, pero sigue siendo el mismo hombre que me acaba de dar la noticia de que yo seré eso que mis ojos ven.

Yo también seré un lobo. Estoy asustado, verdaderamente aterrado.