17. Proteger

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[Magnus]

Luego de todo lo sucedió con Thomas y la charla sobre ser destinados, Alec decidió quedarse y buscar una forma de arreglar las cosas.

La primera semana fue una tortura, ninguno de los dos sabía muy bien que hacer, éramos dos extraños dentro de una casa, únicamente cruzábamos palabra para las cosas que era sumamente necesarias.

La segunda semana fue un poco mejor, Alexander no parecía querer huir cuando hablábamos, nuestras charlas eran cada vez más largas pero sin sentido.

Thomas nos dejaba de intrigarnos, interrogue a cada miembro de mi manada con el fin de saber si habían tenido algo que ver en su muerte, pero fue en vano. Nadie en mi manada mataría a alguien más y mucho menos a un lobo, todo indicaba a que existía otra manada, alguien más cruel y que no le importaba matar a uno de los suyos.

Estábamos en la tercera semana y Alec había decidió salir a buscar algo que nos ayudara a averiguar que había pasado.

— ¿A donde iras?

— A los alrededores del bosque, si existe otra manada no pueden estar muy lejos, el cuerpo de Thomas apareció cerca de los alrededores del pueblo.

— Ya... tiene sentido.

Seguí en lo mío, viendo el fuego arder mientras escuchaba al pelinegro dar vueltas por el lugar.

— ¿Quieres venir?

— Si.

Me abofetee mentalmente, por contestar de esa manera tan necesitada, pero era algo que no podía evitar.

— Entonces es tiempo de irnos.

Cambiamos a nuestra forma de lobos, estuvimos por el bosque el tiempo suficiente para sentir mis patas doler, Alec se encontraba igual.

Olfatee hasta encontrar una cueva lo suficientemente grande para albergar a dos personas y en la cual siempre dejábamos algo de ropa para aquellos que viajaran por el bosque por un largo rato, le indique que entráramos y cambiamos de nuevo.

Todo iba a bien hasta que recordé nuestros cuerpos desnudos, Alec pareció darse cuenta de igual forma y nos miramos unos segundos antes de que un sonrojo cubriera su cara por completo.

Busque a tientas la ropa, sin apartar mi vista de él, pero lo único que encontré fue una manta, al parecer las personas que había usado las prendas no colocaron nuevas.

Le pasó la manta y el cubre de inmediato de su cadera hacia abajo, me ofrece el resto de la manta y hago lo mismo que él, nuestros cuerpos están lo suficientemente cerca, son centímetros los que nos separan y puedo sentir el olor que emana su piel.

Un olor a vainilla, canela y jabón, cierra los ojos para poder grabar el suave y dulce olor que el otro emana, para recordarlo cuando más necesitado este de él.

— Nunca creí que podría estar semidesnudo en una cueva observando la nieve.

Su voz le distrae de sus pensamientos y regresa su vista a él.

— Es hermosa ¿no lo crees?

— Completamente.

— ¿Cuando hablaras con tus hermanos?

— Lo haré en estos días, necesitan saber que estoy bien y que es lo qué pasa, ademas de saber la razón por la cual no volveré a casa en un largo tiempo.

— Eso suena bien, ¿que me dices de tus padres?

— No creo querer hablar con ellos, a fin de cuentas no es como si me necesitaran, por el contrario, creo que están descansando de mi.

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