Capítulo 11 ➳ Borracho enamorado.

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Maestra ➳ Javier Mascherano.

Capítulo 11
" Borracho enamorado "

El sonido de mi celular indicando que tenía un mensaje nuevo me sacó por completo de mis pensamientos. Estaba deseando desde la mañana anterior que la hermosa maestra de mis hijas me hablara. De inmediato tomé el móvil entre mis manos y lo desbloqueé para ver si en realidad era ella. Para mí suerte sí lo era.

Hola Javi, soy Mariela, la maestra de tus hijas. Quería saber si podías conseguirme entradas para el próximo partido del Barcelona, mi sobrino es muy fan y como cumple años me gustaría darle la sorpresa.

Sin dudarlo le contesté que no se preocupara, y que lo tomara como un regalo de parte mía. Claro que no haría que me pague por un par de entradas.

— ¿Quien es? — preguntó Fernanda con ese tono de voz que conocía ya a la perfección. Estaba celosa, y aunque debía admitir que nuestra relación estaba bastante mal últimamente no tenía motivos para soportar otra escena de ese tipo. En las últimas semanas todo lo que hemos hecho juntos fue discutir.

— Leo. — mentí.

— Dudo que Lionel te haga sonreír como un boludo con un simple mensaje. ¿Con quién estás hablando Javier? Me contaron las nenas que sos muy "amigo" de su maestra así que ahorrate las mentiras.

— Sí somos amigos, no tengo porqué dar explicaciones sobre nada.

— ¿Me estás engañando con esa?

— Esa tiene nombre, se llama Mariela. Y no te estoy engañando.

— ¿Es linda por lo menos?

Hermosa, pensé. Y al parecer lo hice en voz alta porque mi mejilla izquierda comenzaba a arder, Fernanda me había pegado. Nunca imaginé llegar a una situación así, nunca pensé que por celos una mujer que supuestamente me ama tanto me haga esto.

— Hasta acá llegamos.

— ¿Me estás dejando? Perfecto, andate de la casa porque mis hijos y yo de acá no nos movemos.

No me molesto el hecho de que ella se quedara, al contrario, me molestó el darme cuenta que esa mujer que idealice como perfecta, que esa mujer que creía me amaba ahora desconfiaba de mí. No sólo desconfiaba de un supuesto engaño sino también de que yo iba a ser tan hijo de puta como para echarla de la casa.

Tomé una valija y la llene con algo de ropa. Besé a mis tres hijos y les dije, por novena vez en el día, que los amaba muchísimo.

Podría haber ido directamente a casa de Lionel, siempre recaía en él cuando discutía o por alguna razón no quería volver a mi hogar pero esta vez era distinto, esta vez no podía hacerlo. No podía volver a mi casa ni podía instalarme en la de mi mejor amigo, él tiene una familia, un bebé recién nacido del que ocuparse. No iba a ser una molestia allí también.

Me dirigí a un bar que quedaba a pocas cuadras de mi hogar. Se suponía que sólo iba a beber una copa y encontraría una solución a mis problemas pero quizás esa copa se convirtió en varias más y mi problema seguía sin resolverse. No tenía donde ir y mi cerebro no podía pensar con claridad por el alcohol.

Pero en eso, cuando gracias a mi borrachera estaba por golpear a un hombre apareció ella. Como si de mi ángel guardián se tratara.

— Por favor, 5 minutos y nos vamos. — escuché su voz pidiéndole con tranquilidad al dueño del bar. El mismo que había querido golpear por querer hacerme ir de allí. Y lo peor no es eso, sino que ese hombre tenía razón, ya era tarde y su horario había terminado, no era su culpa que yo fuera tan estúpido. — ¿Que te pasó? — dijo ahora dirigiéndose a mí y sentándose a mi lado.

— Me separe y me echaron de mi casa. Me enamoré de vos y en el club no soy titular, quiero volver para Argentina porque extraño a mi familia pero sé que no puedo. Eso me pasa. Ah, y ahora estoy borracho y me siento como el orto. — conteste con la poca cordura que me quedaba. Noté como sus mejillas se tornaban rojas al instante así que hice un esfuerzo por recordar mis recientes palabras. Mierda. Le había dicho que estaba enamorado de ella.

—Tus problemas son solucionables. Primero, la borrachera se te va a ir mañana y ya vas a sentirte mejor. En el club se van a dar cuenta, tarde o temprano, que sos indispensable. A tú familia tranquilamente podés visitarla. Y si no tenés dónde ir te venís a mi casa. — respondió con total seguridad.

— Ojala fuera tan fácil.

— Probablemente si estuvieras haciendo algo más que tomar alcohol en un bar y casi golpearte con el dueño sería más fácil.

No contesté. Definitivamente tenía razón. No era necesario estar muy sobrio para saber aquello.

— Tengo que cerrar. — dijo el hombre otra vez. Se lo notaba apurado.

— Y yo dormir. — respondí.

— Nos vamos. — dijo ella y tomó mi brazo para prácticamente arrastrarme hacia la salida. — Mañana paso a dejarle la plata.

— No es necesario. Por muy borracho que esté igual pago todo.

No había escena más humillante que esa, o al menos eso creía.

Maestra. ➳ Javier Mascherano ✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora