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Alexis

Unos fuertes brazos me tenían aprisionada, con mucho cuidado me giré hacia el otro lado de la cama encontrándome al hombre más hermoso que mis ojos jamás hayan visto. Estaba profundamente dormido y eso me dejaba observarlo detenidamente; sus largas pestañas, sus labios, sus suaves y relajadas facciones y su pequeña cicatriz sobre la ceja derecha.
Quizás lo que estabamos haciendo no estaba bien, pues no lo sabíamos, pero lo que sí sabiamos era que queríamos estar juntos, que nos queríamos. Por supuesto que pensábamos en Chienna, todo el tiempo, pero no podíamos dejar a un lado lo que nos pasaba por ella, no podíamos simplemente no sentir nada.

Jay me hacía sentir que nada ni nadie podía pararme, que no tenía miedo a nada, ni siquiera a mi padre. Los momentos qué había pasado con él habían sido los mejor en mucho tiempo, mis últimos recuerdos más felices eran de cuando mi madre aún seguía con vida, pero desde que conocía a Jay todo había sido diferente. Cada mañana, cada día y cada noche eran los mejores y más alegres recuerdos que atesoraría.

Comencé a acariciar su frente y luego su cabello, y en sólo cuestión de segundos sus ojos comenzaron a abrirse perezosamente.

-Buenos días hermosa.-

-Bien día Mi Cielo.-

-¿Porqué me miras?-

-Porque eres hermoso.-

-Tu eres más hermosa aún, y no hablo sólo de tu exterior.-

-No empieces, voy a sonrojarme.-

-Es que no me canso de decírtelo, eres la persona más buena, sincera y real que conozco, adoro eso de tí... Te hace única.-

-No soy única Jay.-

-Lo eres para mí.-

-Explícame ¿porque eres tan ridículamente perfecto?-

-Porque trato de impresionarte.-

-Pues déjame decirte que lo has logrado.-

No pudimos evitar reirnos, luego sentí sus suaves y dulces labios juntarse con los míos y mis ojos se cerraron. Dejarme llevar era lo único que podía hacer, y lo único que quería; sus manos posicionadas en mi muslo y mi cintura, lus labios recorriendo todo mi cuerpo, sus piernas enredadas con las mías, eso era el cielo para mí, y en el cielo me olvidaba de todo.

No sabíamos exactamente que haríamos con Chienna, pero Jay me aseguraba que ya no quería más nada con ella, y yo confiaba plenamente en él. Luego de discutirlo, acordamos que terminaría la relación de a poco, se excusaria con que tenía mucho trabajo; sonaba algo estúpido, pero no podía cortarle de un día para el otro y decirle que se estaba acostando conmigo... Claro que no.

-Te preparé un café.-

-Eres un sol, pero ¿tu no deberías estar vistiéndote? Llegarás tarde a clases.-

-Me encata que te preocupes Cielo, pero hoy no tengo clases.-

-Oh, entonces ¿no te cambiaras?-

-No ¿tan mal me queda tu camiseta?-

-No, la verdad te queda muy bien, demaciado...-

-La próxima me podré brasier.-

-Porfavor...porque yo si debo ir a trabajar.-

Entre risas y besos pasamos un increíble desayuno, hasta que el odioso timbre interrumpió nuestra sesion de besos. Cuando Jay fue a atender, quedó paralizado al ver a Chienna con una gran sonrisa; y yo casi muero al ver como plantó un beso en sus labios.

-Oye, voy a llevarte a desayunar y luego al trabajo.-

-Ya desayuné, estaba por ir a la empresa.

-Oh bien, te llevo. Y oye Alexis, vístete más decente frente a mi novio, porfavor.-

Y fue ahí que experimenté por primera vez esos famosos celos.

*-*

Alexis y Jay en multimedia 💕

ConcubinosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora