[Capítulo 3]

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Nuestro ángel dormía en el cuarto que le proporcionó el americano, pero sus constantes movimientos inquietos indicaban que no estaba durmiendo tranquilo.

- ¡N-no espera! ¡Arthur vuelve!...

De repente se incorporó con un sobresalto en la cama mientras jadeaba y un par de lágrimas bajaron por sus mejillas. Volvió a tener ese sueño que no le dejaba dormir tranquilo desde que llegó al cielo. Ese sueño en el que solo escuchaba voces, a veces tranquilas, y otras temblorosas transmitiéndole mucho dolor. Se limpió las lágrimas, acostumbrado a ello, y suspiró pesado mientras se levantaba de la cama. Aún seguía sin comprender el motivo de aquellos sueños. No sabía si eran sus recuerdos retenidos o a saber qué. La voz que siempre escuchaba apenas podía diferenciarla, se escuchaba como si estuviera muy lejos de él, y siempre que intentaba saber más se despertaba de golpe.

- Tenía que habérselo dicho a Iván... Tal vez él podría haberme ayudado con esto.

Fue al espejo para mirarse y terminó de quitarse algunos rastros de lágrimas. Acto seguido, su mirada pasó al resto de su cuerpo y seguía sin comprender cómo alguien como Alfred tenía un pijama de oso. Decidió quitárselo ya para ponerse de nuevo su traje y poder bajar a la cocina. Tal vez Alfred estaba esperándolo abajo para desayunar. Eran cerca de las 10, y para Arthur era una hora normal para despertarse, cosa que para Alfred no. Él seguía durmiendo plácidamente en su cama, pero nuestro ángel aún no lo sabía. Cuando Arthur terminó de vestirse fue al baño un momento y luego bajó las escaleras en busca del americano, pero claramente no lo vio por ningún lado, así que supuso que seguía durmiendo, obviamente. Llegó a la puerta de su habitación y la abrió lentamente para no hacer ruido. Entró andando despacio y se acercó a la cama donde dormía Alfred como un niño. Se quedó unos segundos mirándolo pensativo y decidió no despertarlo aún, por lo que salió de allí y volvió a bajar a la cocina para ir haciendo el desayuno. Utilizó todo lo que encontró por la cocina e hizo un desayuno para, al menos, 5 personas. Como vio que Alfred comía mucho, pensó que ese desayuno estaría bien para los dos. Una vez que acabó todo y lo puso en la mesa, subió de nuevo para regresar a su cuarto y se acercó a la cama donde seguía durmiendo el americano.

- Hey Alfred... Ya está el desayuno en la mesa.

Alfred no contestó, estaba demasiado sumergido en sus sueños como para despertarse. El ángel suspiró un poco y comenzó a moverlo levemente del hombro para intentar despertarlo, cosa que tampoco funcionó. Cada vez se impacientaba más, hasta que decidió coger sus sábanas y lo destapó por completo. Si no lo despertaba él, lo haría el frío. Estaban a mediados de Febrero, así que no tardaría en despertarse. Y supuso bien. A los pocos segundos comenzó a moverse y se hizo una bola para conservar el calor, pero no le fue suficiente y acabó despertándose algo molesto por el frío.

- Al fin te despiertas.

Alfred, aún adormilado, desvió la mirada a su ángel como si se le hubiera olvidado que estaba en su casa y se fue incorporando lentamente junto con un bostezo. Cuando su cabeza empezó a funcionar le sonrió un poco y se levantó para estirarse.

- Buenos días...~
- Anda, baja cuando puedas que el desayuno está en la mesa.

Arthur le sonrió levemente también y se dio la vuelta para ir hacia la puerta e ir bajando al salón donde estaba la mesa ya preparada mientras Alfred iba al baño.

- ¿Has hecho la comida~? Gracias~

Antes de poder salir del cuarto el americano se acercó a él y lo abrazó por la espalda con fuerza, haciendo que Arthur dejase salir un quejido debido al apretón que le dio. Cuando le soltó sintió que volvía a respirar y Alfred se separó yendo hacia la puerta que conducía a su propio baño.

My AngelDonde viven las historias. Descúbrelo ahora