[Capítulo 14]

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Arthur saltó y se dejó caer para llegar al infierno, lugar donde había empezado la guerra y donde estaría Alfred luchando. Justo antes de llegar al suelo desplegó sus alas para posar sus pies suavemente sobre las rocas del terreno y se encontró con otros dos ángeles en la entrada del infierno.

- ¿Cómo va todo?

El ángel, más preocupado por saber si Alfred estaría bien, se acercó a sus compañeros y estos lo miraron calmados.

- Acabará pronto, no están aguantando mucho.
- Era de esperar~ Los pillamos infraganti~
- Okay... Gracias.

Arthur se alejó de ellos dos y, a paso rápido, se adentró en la cueva en busca de su demonio, deseando que no se hubiera topado con ningún arma angelical. Caminó por los pasillos que vio más vacíos, intentando no encontrarse con nadie, pero de repente algo lo cogió del brazo y tiró de él hasta meterlo en una de las habitaciones.

- ¡¿Qué haces aquí?!

El rostro preocupado y algo molesto de Alfred miraba al ángel, quien se había quedado mudo por unos segundos al volver a tenerlo frente a él. En respuesta, Arthur lo cogió de las mejillas y lo besó como si hubiesen pasado siglos desde la última vez que se vieron. En un principio el demonio quiso apartarlo para salir de allí antes de que fuera demasiado tarde, pero se dejó llevar, al igual que había hecho Arthur, por sus labios. Pasó los brazos por la cintura del ángel y sus cuerpos se juntaron más. Segundos después Arthur decidió terminar ya el beso y lo miró a los ojos serio y preocupado.

- He venido a por ti, por supuesto...
- ¿Sabes lo peligroso que es? Aquí no estás a salvo, tienes que vol-
- ¡Tú tampoco estás a salvo aquí!...

Ante las palabras del ángel, Alfred se quedó en silencio observándolo con algo de asombro mientras el otro lo agarraba con fuerza de los hombros sin apartar la vista de él. Nunca había visto a Arthur tan alterado. Pero tenía sus razones. El demonio podía morir a manos de los ángeles o de Iván, corría mucho peligro. Por ahora debían salir de allí, luego pensarían qué hacer. Pero ninguno de los dos sabía cómo hacerlo.

- ...quiero contártelo todo... Ahora que puedo...

Alfred cambió su expresión a una más seria mientras lo miraba y acariciaba sus mejillas, haciendo que el otro de alguna forma se tensara. Arthur solo asintió a sus palabras y se separó un poco de él para mirarle con la misma seriedad. Si no había ninguna salida, debían aprovechar el tiempo que les quedaba para hablar de lo que fuera necesario. Tal vez no tenían otra oportunidad.

- Adelante...

El demonió suspiró un poco antes de comenzar a hablar y bajó la mirada, incapaz de mirar al otro al pensar todo lo que le diría.

- Cuando te dejé en el cielo... Lo recordé todo Arthur...

Alfred se obligó a alzar de nuevo la cabeza para mirarlo e intentó no derrumbarse, pero los recuerdos eran muy dolorosos ahora que sabía toda la verdad. Mientras tanto, el ángel prefirió permanecer en silencio sin interrumpirle, ya que sabía que lo que iba a decirle era muy complicado de explicar.

- Siento mucho no haber cumplido mi promesa, pero... N-no aguanté más...
- Está bien...

Arthur posó sus manos sobre las mejillas del demonio para intentar calmarlo y lo miró a los ojos.

- Si no te sientes con fuerzas para hablar de ello no te fuerces...

Alfred negó levemente y apartó sus manos, sonriéndole levemente como podía. En realidad el ángel tenía razón, debería parar. Pero tenía que contarle lo que pasó aunque le doliera recordarlo.

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