[Capítulo 10]

126 25 15
                                    

Nuestro ángel no podía dormir. Llevaba dando vueltas en la cama al menos por dos horas, y no lo conseguía. El malestar que llevaba sintiendo casi toda la tarde no desaparecía, y al final tuvo que levantarse de la cama e ir a la ventana para tomar algo de aire. Dejó salir un suspiro pesado para luego alzar la cabeza mirando al cielo.

- Y yo que pensaba que esto iba a ser fácil...

De repente empezó a oír voces de fondo, pero no lograba diferenciarlas. Lo que sí sabía era que sonaba dentro de casa, no de la calle. Se apartó de la ventana algo curioso y salió de la habitación para averiguar qué era lo que escuchaba. Una vez fuera, los murmullos se intensificaron y pudo identificar la voz de Alfred y nada más. ¿Estaba hablando solo? No lo sabía, por lo que se acercó a su puerta con cuidado para no ser descubierto y se apegó a esta para espiar.

- Ya te he dicho todo lo que sé...
. . .
¿Eh? Eso no lo sabe ni él, vas a tener que averiguarlo tú solo.
. . .
¿Y a mí qué me cuentas? No puede ser muy difícil.
. . .
Que sí... Ya te informaré si sé algo más... Déjame dormir.

El americano terminó de hablar con quien fuera y dejó al ángel totalmente confuso detrás de su puerta. ¿De qué estaba hablando? Decidió regresar a su habitación antes de que lo descubriera y volvió a meterse en la cama aún pensando en la conversación que acababa de escuchar. No tenía sentido alguno.
Por culpa de este suceso, que se unió a sus anteriores preocupaciones, a Arthur le costó dormirse pero logró hacerlo. Mientras, en la habitación de al lado, Alfred aún seguía despierto mirando al techo con seriedad. En su cabeza comenzaban a luchar dos sentimientos muy contrarios, y aún no sabía qué hacer con ellos.

Sobre el mediodía, Arthur estaba preparando el desayuno solo ya que se levantó el primero, y porque no se atrevió a entrar en el cuarto de Alfred para despertarlo. Aún se sentía algo incómodo, y después de lo que pasó anoche no sabía qué hacer. Podía haber sido una simple llamada telefónica, pero esa idea se le fue de la cabeza al recordar que el americano le dijo que no tenía amigos o algún familiar vivo. Quería pensar que Alfred no le había mentido, pero así no tenía ni idea de qué podría ser lo que escuchó anoche. Estaba totalmente confuso.

- Bueno, ya va siendo hora de despertarlo...

El ángel cogió aire y lo soltó lentamente en un suspiro. Intentaría actuar como siempre había hecho, no quería cagarla más. Y si Alfred colaboraba todo sería mucho más fácil de llevar para Arthur. Una vez mentalizado, subió las escaleras y fue hasta la puerta del chico, abriéndola lentamente para observar que estaba durmiendo. Se acercó a la cama en silencio y se quedó mirándolo por unos segundos. Podía entender un poco por qué se había enamorado de él. ¿Cómo no le iba a gustar esa cara tan adorable que pone mientras duerme? Aunque al pensar aquello el sonrojo volvió a su rostro y decidió despertarlo de una vez.

- A-Alfred... El desayuno...
- Mm...

El americano se movió un poco sin despertarse aún, cosa que hizo desesperar al ángel, e insistió más zarandeándolo un poco.

- Vamos, levanta...

Por suerte esta vez si reaccionó a las llamadas de Arthur y, cuando abrió los ojos y lo vio, el ángel le sonrió levemente apartándose un poco de la cama.

- El desayuno ya está~
- Oh vale... Gracias~ Ahora bajo.

El americano se estiró un poco aún en la cama y acto seguido se levantó con pereza para irse al baño. Mientras, Arthur regresó a la cocina para terminar de poner la mesa y esperar a Alfred. A simple vista parecía que todo se había arreglado, el chico no parecía estar enfadado o molesto, y eso alegraba al ángel, quien sonrió un poco sin poder evitarlo. Sabía que no iba a tener nada con él. Es más, no debía. Pero por lo menos quería seguir llevándose bien con él como ángel de la guarda que era.

My AngelDonde viven las historias. Descúbrelo ahora