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– Magnus... Simplemente no lo tolero. – Repitió el menor con tono de fastidio.

– Por más que lo digas no me harás cambiar de opinión Alexander. – Magnus se divertía de la situación.

Era gracioso ver a su novio, pelearse con el gato que había rescatado hace unos meses atrás, el día de su reconciliación.

Alec no lo celaba con nadie, Ragnor tenía razón. No le juzgaba y era un gran chico, ambos estaban aprendiendo lo que significa querer de verdad a alguien.

Y en serio no celaba con nadie... A excepción del gato.

Presidente Miau, como lo había nombrado el moreno, era un gato muy mimado por su rescatista pero cuando el último quería ser mimado por su novio, el gato los separaba.

Todo mundo amaría la bola de pelos, excepto Alexander; él solo quería aventarlo por la ventana o algo.

"Al fin y al cabo caen de pie, no le pasa nada", había pensado el menor.

– Pero amor, es la cuarta vez que me gruñe. Ni siquiera puede estar aquí.

Y era cierto, la escuela tenía prohibido la entrada a los animales a menos que sean para uso de los laboratorios.

El "tenemos que hablar" de Magnus ese día, había sido un "tenemos que esconder al minino que me encontré".

– El gato se queda. – Dijo guiñándole un ojo mientras se levantaba de la cama para ir hasta Alec que estaba sentado en el piso haciendo tarea.

– No te acerques... Tu bola de pelos me atacará y será tu culpa. – Magnus rodó los ojos y cambió su dirección hacia el baño.

El moreno abrió la llave de la regadera y en lo que esperaba a que el agua saliera caliente, escuchó lo que no esperaba escuchar de su inocente novio, provocándole una carcajada.

– Ojalá que cuando consigas tú propia pareja, te cambie por un perro.

Magnus había cachado a Alec acariciando a Presidente de vez en cuando, solo tenían los mismo gustos y eso era un problema, a veces.

– ¿Te vas? – Preguntó desanimado el mayor cuando vió a Alec guardar sus cosas.

– Sí, terminé mis tareas y pues dado que no puedo acercarme a ti, es mejor que me vaya.

Bueno tal vez Alec estaba celoso pero había llegado el punto en que un gato lo podía fastidiar. Ya ni la gata de Camille se había interpuesto tanto entre ellos.

– ¿En serio me estás dando a escoger entre Presidente y tú?

– Claro que no Magnus, simplemente te quiero dar un beso y el gato me gruñe, definitivamente no quiero ser víctima de él cuando quiera que hagamos el amor.

Din, din, din...

Su novio había dado en el punto, ya había pasado como un mes desde que hicieron el amor.

Los exámenes habían interferido, los proyectos por igual, pero lo que más estuvo de por medio fue el gato, tanto así que la última vez habían tenido que hacerlo en el cuarto del menor.

– Ok, Presidente se va al baño. – Sentenció el mayor con seguridad.

Alec casi suelta un "¡ja! En tu cara gato", pero se contuvo para se más maduro.

Con solo mensajes a sus amigos de "quédense juntos", la noche pasó llena de amor, caricias y muchos besos en zonas que ni el sol toca.

Valía la pena dejar al gato de vez en cuando el baño.

UNA VIDA JUNTOSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora