V E I N T I S I E T E
En semanas, o —mejor dicho— meses, era la primera vez que Shadow podía llegar a su hogar a una hora más o menos temprana. El reloj de su celular tildaba las tres de la madrugada, hora justa para llegar a hacer lo único que quería hacer ahora: darle un buen beso a su pareja e irse a dormir, pasando de largo todas las horas y poder descansar ahora que le habían dado libre.Sólo esperaba que no hubiera una emergencia grave, porque si no estaría jodido; tanto el posible paciente como él.
Sintió un jalón en su espalda en cuanto se levantó del asiento de su auto, y se estiró, de brazos y piernas, soltando un quejido que acalló mordiéndose el labio con fuerza. Con las manos bajó la puerta del garaje y se echó hacia atrás hasta chocar con la parte trasera de su móvil.
El cansancio le ganaba, sus bostezos cada vez eran más frecuentes y sus párpados comenzaban a caer pesados sobre sus ojos, como si en cualquier momento fuera a dar un paso en falso y darle un buen beso al suelo —que seguro estaría más que encantado de recibirlo.
El azabache rió un poco ante ese pensamiento, se mordió el labio y dejó su maletín dentro del carro. Igual, no iba a salir y no tenía pendiente nada para el día siguiente. ¡No se había quitado siquiera la bata! Tan sólo contaba mentalmente los segundos que faltaba para poder tirarse en su cama y abrazar con fuerza a su pareja.
Con aquello en mente, salió del garaje por la puerta que conectaba a la cocina y corrió rápido a su habitación; pensando una y otra vez en aquellas dulces esmeraldas que hacían de su vida algo por lo que querría vivir hasta el final de sus días, y ni hablar de aquella pequeña niña que ambos habían adoptado hace un par de años.
— Tal vez descanse unas horas, y después la pasaré con ellos —sonrió con ternura, asomándose de paso por la habitación de la bebé que se encontraba cubierta de la cintura para abajo. El desorden de la cuna le demostraba cuán inquieta era mientras reposaba—. Oh, mi nena, te tengo tanta envidia. —Cabeceó de lado a lado y se inclinó rozando sus labios en la sien de la pequeña conejita de pelaje crema.
Recogió del suelo un par de peluches de un lobo blanco y de un erizo azul para colocarlos al lado de la niña. Volvió a arroparla, pues a esa hora hacía frío y salió de ese cuarto para dirigirse al suyo.
Talló sus ojos con pereza y abrió la puerta, despacio, temiendo despertar a Sonic con el rechinido de esta. Pero al voltearse, un par de ojos verdes le miraban, cuyo dueño sonreía de lado y le tendía una mano en gesto de llamada.
— Hola, SunSun —sonrió Shadow, acercándose despacio y haciendo amagos de quitarse la bata; sin embargo, un gesto de súplica se plasmó en el rostro de su amado y tuvo que volver a deslizar la tela hacia arriba, por sus hombros.
Según Sonic le encantaba mirarle con esa tela puesta...
Rodó los ojos y cerró con pestillo la puerta; al parecer aún no iba a poder dormir, pero al menos no era por una causa desagradable.
Al contrario. Era la hora de cuidar de su “paciente preferido”. Mimar y cuidar a su esposo era lo que mejor se le daba.