V E I N T E
Mis padres murieron cuando yo era joven, producto de una fuerte enfermedad, cuyos cuerpos débiles, no pudieron soportar tan bien. En ese entonces no teníamos mucho dinero, las medicinas eran costosas y yo apenas si podía permanecer despierto entre lo que trabajaba -en cosas pequeñas por mi corta edad- y estudiaba casi al mismo tiempo.
Mis familiares apenas si se hicieron cargo de mí, por lo que hacía de todo para pasar lejos de esa casa lleno de niños ricos y malcriados -cabe decir que nunca les importé en lo más mínimo.
En ese entonces me sumí en un mundo de tristeza, de falsedades, lleno de mentiras y de ilusiones rotas, que fueron haciendo más añicos los restos de un corazón que un día tuvo grandes esperanzas. Así fue con los años, y empeoró en cuanto tuve mi primera pareja; alguien que abusaba de mí como se le daba la gana y que llenaba de heridas mi cuerpo, hasta dejar ciertas cicatrices que aunque ya no se notan mucho, sí me hacen recordar lo desdichada que ha sido la vida conmigo.
Y un día, en cuanto tuve valor para enfrentarme a él, me dije a mí mismo que nunca más dejaría que alguien interviniera en mi vida y la llegara a cambiar a su antojo; me dije a mí mismo que sería yo quién, dependiendo de mis decisiones, encaminaría mi vida para bien o para mal, y que sería yo quien decidiera si lo que hacía me hacía feliz. Porque ese hombre se sentía encantado de doblegarme a cada oportunidad que tenía, con comentarios que en un principio bajaron más mi autoestima.
Pero cometí cierto error al pensar de esa manera, porque cierto día, mientras cursaba la universidad, le conocí a él: a cierto chico solitario y reservado que nunca se juntaba con nadie simplemente porque gustaba más de una soledad, que "mucho ruido junto, ese que las personas llaman palabras"
Pero lo logré. Me uní a él. Lo conocí. Nos conocimos, y nos enamoramos. Al principio pensé que todo sería igual, que sería una relación que terminaría rompiéndome más, pero no fue así. Shadow me demostró un lado diferente de la vida que hasta entonces, siquiera pude soñar.
Él había sido mi salvación, la única persona que apoyó mis metas y que ahora, me daba una vida feliz con aquel amor maravilloso que me dedicaba.
Y ante mis pensamientos pasados, la ironía del "yo cambiaré solo" golpeó mi sien como un martillo, dejándome ver que la vida siempre tendría un plan diferente para uno mismo; para el corazón. Ya que entre mis planes de vida nunca estuvo el hecho de enamorarme de un maravilloso chico que ahora hace de mis días los más felices de mi vida.
Porque nada -casi- nunca sale como uno quiere, al menos el resultado se acerca, otras veces se aleja.
Y eso puede tener ventajas.
La bata que rodea mi cuerpo cae al suelo, deslizándose por mis hombros y sosteniéndose en mi cintura durante unos cuantos segundos antes de chocar en mis pies.
Sus ojos se mantienen expectantes, mientras su cuerpo se encuentra tumbado, semi desnudo, sobre la cama. Un sonrojo navega mis mejillas, con la pena abriéndose paso en mí, y por unos instantes deseo echarme hacia atrás y no terminar el último paso, hasta él.
Llevamos casi dos años siendo pareja y nunca hemos intimado; porque en parte una relación no sólo se basa en sexo, y por otra porque siempre he tenido ciertas inseguridades con mi cuerpo... qué, desde mi puesto, parece que admira con sumo detalle.
Y entonces retrocedo, no puedo.
A mi mente llegan imágenes desagradables de cuando tenía mi primera pareja; la sensación de que en cualquier momento alguien entrará por la puerta y me hará suyo, mientras él sonríe con cinismo, martillea mi cabeza de una forma vil tal que rompe mi corazón ante los recuerdos.
No soy consciente de nada, simplemente grito cuando siento unos brazos rodeando de mi pronto mi cuerpo, con fuerza, protegiéndome. Unos labios suaves se posan sobre mi frente y entonces veo su sonrisa, aquella que ilumina mi cielo y aparta mi tormenta casi que al instante.
- Lo siento -gimoteo bajo, mordisqueando mis labios con fuerza. Me apego más a su cuerpo, porque mientras más cerca, menos podrá ver mi cuerpo; si apenas la espalda.
- Si no estás listo podemos aplazarlo -me dice, repartiendo tiernos besos en mi cuello que me relajan de a poco, sus manos se mueven por mi espalda, en tiernas caricias que me hacen sonreír cual idiota.
Aprieto su pelusa entre mis dedos, con suavidad, y le beso; mientras que por dentro intento apartar esos recuerdos que llegan a mi mente, porque necesito dejar el pasado de una vez por todas, y porque necesito sentir de todas las maneras posibles a este chico tan espléndido, que sé jamás me haría daño.