t r e s

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T R E S

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T R E S

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— Muchas veces el mejor acompañante puede ser la soledad

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— Muchas veces el mejor acompañante puede ser la soledad... otras, simplemente puede convertirse en una agonía —dijo Shadow de pronto, con voz neutral en un susurro, y con un gesto en su rostro, pensativo. Sus ojos miraban más allá del horizonte, contra el ventanal del bus que se meneaba con insistencia.

En un gesto lleno de impotencia, y con tal de no soltar ningún sonido que delatara su estado, sus dientes presionaron su labio inferior hasta que un piquete de dolor le hizo volver a soltarse.

Respiró profundo, apretando los párpados con fuerza; se obligaba a sí mismo a no llorar, a no pensar más en aquel accidente, en no pensar en aquella persona que un día alegró sus días.

¿Cómo haría para olvidarse de aquella sonrisa, de aquellos gestos tiernos que siempre le encantaron, y sobretodo, de aquellos besos inocentes que siempre se daban?

¿Cómo haría para superar aquellos días en los que “él” fue aquella bomba que siempre estallaba sus días con alegría?

— No creo que sea tan difícil. Después de todo... ya estaba acostumbrado a estar solo —murmuró, tecleando en su celular, en una conversación especial que, pensaba por su bien, tenía que haber eliminado desde hace un rato. Su pecho se encogió, y volvió a bloquearlo, mientras volvía a mordisquearse los labios una y otra vez.

Para entonces, el bus se detuvo, habiendo llegado a su destino. Tomó el ramo de flores y bajó sin voltear a ver al resto de pasajeros, pues algunos le dirigían miradas extrañas o de desconcierto.

No había nada más que un cementerio en esa dirección, y aunque no fuera un lugar tan solitario, a muchos les daba mala espina el hecho de que no hubieran muchas casas cerca de ese lugar, además, estaba nublado, lo que no ayudaba mucho a las vistas de un sitio como ese.

Sus zapatos hicieron crujir las piedras bajo sus pies apenas dio el primer paso a ese lugar. Volvió a coger aire mientras apretaba el ramo entre sus dedos.

— Tú puedes —se dijo a sí mismo, cogiendo ánimos para adentrarse en aquel cementerio; no había nadie más que él, aparte de alguno que otro pájaro que no contaba al caso.

Las piernas le temblaban, sus ojos volvían a amenazar con dejar escapar aquellas pesadas lágrimas que al final rodaron por sus mejillas, justo cuando se detuvo en frente de aquella tumba cubierta por cemento. Las flores que había dejado la semana pasada en el velorio ya estaban opacas.

— No puedo creer que ya haya pasado una semana desde que te fuiste. Incluso yo lo siento con más tiempo... —gimió entre un pequeño sollozo, mientras se dejaba caer de rodillas a la par de aquella tumba pintada de un azul claro que le trajo a la mente el recuerdo de aquellas orbes verdes que siempre le miraron con ilusión.

Shadow limpió sus ojos, la vista se le iba tornando nublosa, y a como pudo, la fijó sobre el nombre grabado en una placa, junto a una frase debajo del mismo.

“Sonic The Hedgehog.”

«Aún cuando los días estén grises, intenta sonreír.”

Drabbles ; shadonicDonde viven las historias. Descúbrelo ahora