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Ámbar.

—¿El Open? —preguntó la rubia mirando de soslayo a Matteo, el cual soltó una pequeña sonrisa al captar la atención de Ámbar.

Asintió acercándose demasiado a la cara de la rubia, él no lo diría en voz alta pero, aún queria de sobremanera a la rubia. Su rompimiento fue algo que realmente lo desgarro, por más que fuera su culpa, le dolió enterarse que la idea era mutua. Tal vez él es un idiota por querer terminar algo tan bello como eso por inseguro, y a la semana siguiente darse cuenta que estaba loco por ella. Aprendiendo como los indescifrables ojos de la rubia seguían viendolo atentamente, relamio sus labios acercandose más de manera delicada, tomando la mano de la chica dispuesto a hablar.

—Sí —hizo contacto visual, acarició ligeramente la mano de ella, al verla levantar las cejas en señal de que continúe. Y así lo hizo, con voz melódica y degradando el volumen de esta, continuó con su voz seductora— ...Queda poco tiempo para el Open y estaba pensando que vos y yo... tal ve--

Una fuerte mano apretando su hombro con rudeza evitó que siguiera hablando, confundido giró rápidamente la cabeza; viendo a el chico nuevo mirándolo fijamente con una gran sonrisa plasmada en el rostro, se veía cálida. Pero Matteo sintió como si fuera acuchillado al verla.

—¡Hey! ¡Hola! Recuerdo que no tuve una muy buena primera impresión —Simón soltó una risita, fortificando el agarre en el hombro ajeno. Matteo soltó un gemido—. Así que pensé en venir a saludar apropiadamente —antes de que Matteo pudiera zafar su hombro del agarre del mexicano, éste lo apretó aún con más fuerza tirándolo hacia atrás, alejándolo de Ámbar.

Los demás miraban la escena atónitos, sin decir palabra alguna, casi sin respirar, y menos cuando el mexicano se volteó a sonreírle a la rubia, y luego dirigir su mirada a ellos.

—Mucho gusto, soy Simón Álvarez —pronunció pasando su brazo alrededor del hombro de la chica sentada a su lado, una vez tomó una silla y se sentó junto a ella—. ...futuro novio de Ámbar —ronroneo casi inaudible cerca del oído de ella, sintiendo su dulce aroma, era dulce, y fuerte, al mismo tiempo.

Aspiró profundamente llenando sus fosas nasales con ese exquisito aroma, haciendo a Ámbar tragar saliva, y con una sonrisa abrió ligeramente los labios dejando salir el aire que se estrelló directamente en la nuca de la chica, la cual se removió en su lugar, arrugando el ceño al sentir esa corriente eléctrica atravesarle toda la espalda, empezando desde la oreja.

"Muy Cerca."

—Sabes, creo que no es necesario una presentación, así que... ya te puedes ir —esa estúpida voz llegó a los oídos de Simón, reconociendo el tono hostil con el que fue empleado. Dirigió su mirada hacía el, lo que él suponía, italiano, éste lo miraba con una chispa de ira brillando en sus ojos.

Simón soltó una risa torcida. —¿Sabes? Yo no sé de donde vengas, pero de donde yo vengo hay una cosa llamada, MODALES. Así que... deberías ir sabiendo de eso.

Y con eso empezó una guerra, en donde el italiano y el mexicano se gritaban insultos al azar, e indirectas poco directas rellenas de palabras bruscas sumergidas en agresión y recelos.

Mientras tanto los demás solo miraban atentos a el comportamiento infantíl de ambos con un solo pensamiento en mente.

"Que pelotudos."

Todos veían el intercambio de palabras cohibidos en la discusión, Jazmín grabando con su celular mientras los otros dos trataban de parar eso, de ese modo nadie pudo ver el momento en que una mano traviesa bajo sigilosamente de la mesa, hasta parar y reposar en el muslo de Ámbar, la cuál se sorprendió ante eso, levantando la vista y mirando de reojo al mexicano que se encontraba discutiendo, con sus ojos empeñados en ver a el italiano.

Suspiró.

"¿Acaso lo hará inconsciente?"

Al ver que la mano solo está quieta ahí, sus pensamientos parecían ser acertados, hay gente que hace ese tipo de cosas de manera inconsciente; como cuando Delfi muerde el lápiz, o Jazmín prende su teléfono involuntariamente.

Pero eso quedó descartado, la mano se movió unos centímetros más adentro, y Ámbar rápidamente centró sus ojos en el propietario de esta.

Simón la miraba de reojo, intensamente, sus ojos oscuros penetrantes y una sonrisa deseando salir de sus labios, solo fue un segundo antes de volver a ver al italiano. Pero ese segundo fue más que suficiente para que Ámbar, lograra sentir una sensación extraña recorrerla, no sabía explicar porque se sentía así, ni tampoco que era, se sintió extraño, caliente, grotesco. Instintivamente apartó la mirada con mueca de asco, aunque en el fondo...

No quería aceptar, que le había gustado.

Ámbar experimento por primera vez lo que es una auténtica y profunda mirada de deseo. También soltó un jadeo cuando la mano que estaba en su muslo se movió un poco más arriba, casi tocando su falda. Apretando ligeramente, y sus dedos paseándose una y otra vez por su piel, el simple toque se sentía como si la quemara. Tomó rápidamente la mano al ver que ésta quería seguir subiendo, y por un momento, sintió que la discusión que estaba de fondo, paró unos segundos. Regresó a mirar a Simón y éste le sonrió con una auténtica sonrisa, de un pervertido.

(...)

Ámbar.

Luego de haberle doblado los dedos de tal manera que lo hizo gritar y salir de ahí, pasó la escuela y se encontraba en su casa, arrojada en su cama, pensando.

"Simón... se volvió una persona irreconocible."

Jamás imaginó que el pequeño niño que una vez amó hace años, le quisiera deslizar la mano bajo la falda como si nada.

—Es horrible —una almohada fue lo que estrelló en su cara antes de gritar—. ¡Lo odio, lo odio, odio en lo que se convirtió! —enojada arrojó la almohada.

Media hora después analizando su vida, y recordando el pasado, Ámbar se rectificó a la idea de no ver más a Simón en toda su vida, obvio no podía no verlo en el instituto, pero lo evitaría, lo evitaría de tal modo que el dejaría de molestarla.

—¡Ámbar, ya esta la cena! —el grito proveniente de la planta baja la hizo levantarse y bajar las escaleras; deteniéndose al ver quién la esperaba abajo—. ¿Qué haces acá? —preguntó al ver al lindo castaño sonreírle desde el pie de la escalera.

Su madrina pasó caminando junto a él con su porte perfecto y su paso refinado. —Te comenté que saldría por unos días y que el hijo de una amiga vendría a trabajar aquí, cuidando la casa, Ámbar —habló firmemente—. Ahora apurate, que se enfría la comida —dicho esto se alejó de ahí hacía la elegante mesa.

—Va a ser muy divertido trabajar para ti, ¿Jefa? —comentó soltando una de sus risas.

"¿Cómo es posible que suene tan estúpida, y pervertida a la vez?"

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Y bueeeeeno gente les dejo un capítulo mas de esta bella novela. Recuerden seguir a MxstxrSwxg y nos vemos en el prooooximo capitulo.

Simón, el pervertido. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora