En busca de la estrella. (Louis Tomlinson)

Capítulo 8

                                                                   Capítulo 8

(Maratón 2/5)

Louis había cerrado la puerta de la oficina, además con pestillo, y a continuación me depositó sobre la silla.

-No hagas nada raro, que estás encerrada. –me advirtió Louis señalándome con el dedo mientras guardaba la llave en su bolsillo. -¿Estás temblando? –me miró confundido.

-No me violes, por favor. –dije casi lloriqueando.

Él me vio con el rostro completamente confundido y posteriormente me dijo con una faceta muy seria:

-De acuerdo, seré todo un caballero, como digas Amstrong, pero acabaré haciéndote lo mismo que a todas tus compañeras. –tenía el semblante completamente serio. Mierda, mierda, mierda, oh santa mierda. -¿De acuerdo? –yo solo asentí. –Bien, ahora quiero que te coloques firmemente con la espalda pegada a esa pared, alinéate con ella. ¡Ya! –me gritó y yo obedecí. Corriendo hice lo que me ordenó, aún con miedo. Él se acercó a mí. –Muy bien, pequeña. –me susurró de manera provocativa en el oído, lo cual hizo que me estremeciese por completo. –Ahora te mediremos, ¿sí? –me levantó con delicadeza la barbilla, exponiéndome, cara a cara. Abrí los ojos, los cuales no era consciente de que estuviesen cerrados. Mi mirada temblorosa chocó con sus esferas azules, que me miraban dulcemente, en total contraste con su mandíbula apretada. Maldito violador. A esto se dedicaban todas mientras yo estuve en rehabilitación, ¿no? Qué fiesta más bonita se tuvieron que montar, oye. Casi que mejor estaba mejor en el centro de desintoxicación. -¡Contesta!

-Sí, profesor… -dije dificultosamente, tragando saliva en el camino.

Él se dirigió a la mesa de la oficina, y de ella extrajo algo que no pude ver con claridad, debido a la falta de luz aquí dentro. Me preparé mentalmente para lo que quiera que fuese a hacerme. No podía pasarme esto, no a mí, no de nuevo. Era deprimente, casi humillante que se volviese a repetir esta situación, no podía ser que alguien tuviese esta mala suerte. A lo mejor las demás habían disfrutado con esto, pero puedo asegurar con todo mi ser que yo no sería como ellas, ni en sueños, ni aún queriendo, ni aún dejándome llevar. Ni por muy grande que la tuviese.

-Bien, mides 1 metro con 52 centímetros, apúntalo cuando puedas, que no se te olvide. –oí su voz hablar. Abrí los ojos, tampoco me había dado cuenta de que había vuelto a cerrarlos de nuevo. Ni siquiera me había fijado en que me había medido, no con ese silencio. A lo mejor no me había ni medido, quien sabe lo que me podría haber hecho mientras yo no me enteraba de nada. Inconscientemente llevé mis manos hacia abajo, comprobando. Vale, llevo ropa aún, esto ha sido el principio. -¿Eres un poco bajita, sabes, Amstrong? –dijo volteándose. –Aunque dicen que las bajitas son las mejores. –sonrió. Capullo. –Bien, ahora quiero que me des la mano, te guiaré a un sitio. –extendió su mano hacia mí.

La cogí y él me guió apenas dos pasos, deteniéndome junto a una esquina oscura de la habitación, apenas daba la luz, y encima nosotros hacíamos sobra, incidiendo sobre esa esquina, esa maldita esquina.

-Bien –susurró roncamente en mi oído desde atrás, su aliento chocando en mi lóbulo derecho. Me estremecí de nuevo. -, ahora levanta un pie, seguido del otro, y colócate sobre la plataforma que está delante de ti, cariño.

Lo hice sin pensar, ya que no veía nada que estuviese debajo de mí en ese momento. Sus manos estaban posadas en mi cintura, delicadamente, y de cierta manera eso me daba seguridad para no caerme y así hacer lo que él ordenaba. Me incorporé sobre la plataforma como él dijo, y me quedé allí, esperando al próximo punto. Esperamos.