Seis días. Seis días era lo que llevaba sin hablar con ella. Después de lo que pasó me refugié en mi trabajo y obvié todo lo que tuviera que ver con Ana. Ignoré sus llamadas y sus mensajes, y también ignoré las preguntas de mis amigos respecto a eso. El único que sabía lo que había pasado era Ricky, pero tampoco se atrevía a preguntarme nada.
Esa tarde Roi y Cepeda nos habían invitado a ver su nuevo apartamento, y la verdad es que no me lo quería perder. La opción de quedarme en casa evitando verla la tenía más que presente, pero no quería que me condicionara de esa manera.
- ¿Pero tú sabes dónde estamos yendo? — Me dijo Ricky mientras conducía.
- Yo qué sé, Ricardo. — Dije frustrada mientras miraba las indicaciones que mi móvil nos estaba dando.
- Aitana, tía, ves como teníamos que haber cogido un taxi. — Aitana y Amaia bromeaban en los asientos traseros mientras observaban nuestra discusión.
- Madre mía, quién me manda a mí salir contigo de casa. — Negaba con la cabeza mientras me miraba. - Mimi, estamos más perdidos que en una discoteca llena de heteros.
- Qué no, coño. — Solté una carcajada y volví a mirar al móvil. - Mira, gira por aquí y aparca, que es esta calle. - Le señalé.
Aitana llamó a Cepeda para que bajaran a por nosotros, ya que no sabíamos qué edificio era. Roi apareció un minuto después de dentro de un portal que teníamos enfrente.
- Hey. — Nos saludó uno por uno. - Sois los primeros en llegar, que lo sepáis.
- ¿De verdad? — Ricky abrió la boca sorprendido. - Joder, rubia, y yo pensando que eras la peor dando indicaciones.
- Bueno, en realidad han venido hace un rato Raoul y Agoney, pero se han tenido que ir, tenían que llevar al perro al veterinario o algo así. — Explicó Roi mientras nos hacía pasar dentro del edificio.
Subimos arriba y nos enseñaron la casa. La verdad es que cumplía con las expectativas que mi cabeza había formado por culpa de Roi y Cepeda. Era amplia, moderna y muy bien iluminada gracias a las cristaleras que había por todo el apartamento. A pesar de llevar poco en la casa ya había bastante mobiliario, así que nos sentamos en el sofá y Roi sacó un par de cervezas para Ricky y para mí y unos refrescos para Aitana y Amaia.
La casa se fue llenando poco a poco y mi pulso cada vez estaba más fuera de sí. Mentalmente repasé la gente que faltaba por llegar y Miriam y Ana eran las únicas que todavía no estaban aquí. No sabía si iban a venir, no me atrevía a preguntarlo. En realidad tampoco quería saberlo, pero los nervios me estaban matando.
Mientras Aitana le decía a Cepeda que tenía que pintar las paredes de color amarillo, Roi bromeaba con Amaia y yo miraba el reloj, el teléfono de Alfred sonó, indicando que le estaban llamando.
- Sí, sí, ahora bajo. — Dijo antes de colgar. - Amaia, quita de encima, que tengo que bajar a por Miriam.
¿A por Miriam? ¿Y Ana? Quizás fuera una contradicción absoluta y la paradoja más inútil, pero esperaba verla.
Salí de mi trance cuando escuché el golpe de la puerta cerrándose, Alfred ya estaba bajando, y yo me levanté para dirigirme al baño. Después de entrar en tres habitaciones incorrectas, encontré el dichoso lavabo y entre en él. Me lavé la cara innumerables veces, intentado calmarme, cosa que no conseguí del todo.
Cuando abrí la puerta escuché las risas y las voces que provenían del salón.
- ¿Qué es tan gracioso? — Pregunté mientras entraba por la puerta.
Levanté la cabeza y la vi. Aparté la mirada como si la suya me quemase, porque en realidad sí lo hacía. Con solamente cruzar una mirada con ella me bastaba, me bastaba para saber que tenía la autoría de mi corazón y todos sus órganos vecinos. Porque no se puede remediar algo irremediable, y Ana lo era.
- Tu cara. — Me dijo Miriam mientras se acercaba y me deba un beso.
- No, gracioso es que esta haya tardado más de una hora en encontrar nuestra calle. — Dijo Cepeda mientras pasaba su brazo por los hombros de Miriam.
Mientras los gallegos discutían sobre la localización del apartamento, me senté y di un sorbo a mi bebida. Tenía a Ana enfrente y me fue imposible no mirarla. Para ser sincera, su cara no era mucho mejor que la mía. Su mandíbula estaba tensa y jugaba con su pelo, un poco nerviosa.
¿Qué tal? — Me dijo algo tímida.
- Bien, muy bien. — Le contesté, más que nada por educación.
Ella me miraba intentando mantener una conversación que era imposible de mantener. Ni ella sabía qué decir, ni yo quería que dijese nada.
La tarde transcurrió con normalidad. Lo de con normalidad me refiero a los demás, porque yo solamente quería irme de allí. La mirada de Ana no se había despegado de mí en ningún momento, y no sabía si aquello me agradaba o me molestaba.
Yo sabía que ella me debía una conversación, pero el miedo a que dijera algo que no quería escuchar me paralizaba.
- Chicos, voy a ver la terraza. — Dije levantándome, estirando mis brazos. — Y a perderos un poco de vista también.
- Rubia, siempre puedes coger las llaves del coche y pirarte, nadie te lo impide. — Me dijo Ricky. - Ah, espera, que se me olvidaba que no tienes ni puta idea de cómo salir de aquí. — Soltó una carcajada y yo rodé los ojos.
- Te acompaño. — Dijo Ana mientras se levantaba apresuradamente.
- No hace falta, tranquila. — No sé por qué dije eso, pero lo dije.
- Me apetece salir a fumar. — Dijo ella adelantándose y saliendo delante de mí.
Salimos fuera y la brisa de Madrid golpeó mi cara como las palabras de Ana lo iban a hacer.
- Sabes, es muy coherente por tu parte enfadarte conmigo y huir de mi casa por "no saber lo que significas para mí" pero después no coger mis llamadas. — No me dio tiempo ni a cerrar la puerta de cristal. Me había soltado aquello como si estuviese toda la tarde pensándolo.
- ¿Qué quieres que te diga, Ana? — Por primera vez en toda la tarde nos miramos las dos a la vez directamente a los ojos. - ¿Quieres que te pida perdón por no cogerte el puto teléfono?
- No. — Negó con la cabeza. - Quiero que me pidas perdón por ser una terca, por no tener paciencia ninguna y por no pensar en cómo me podía estar sintiendo yo.
- ¿Paciencia? — Pronuncié bastante exagerada aquella palabra. - Ana, llevo teniendo paciencia contigo desde que nos conocimos.
Echó su cabeza hacia atrás y resopló. No entendía por qué teníamos que tener esa conversación allí mismo, con todos nuestros amigos dentro y posiblemente escuchando algún que otro grito.
- Mira, Ana, si para ti es más fácil olvidar todo lo que pasó, me lo dices. — Volvió a mirarme. - Entiendo tu postura, entiendo que no sepas qué decir y lo entiendo todo. Entiendo que estés con alguien y que esto no sea fácil par... — Me cortó antes de que pudiese terminar.
- Mimi, para. — Sonó desesperada. - Deja de pensar por mí, porque no, no quiero olvidarlo. Fui yo quien te besé, fui yo quien te exigió que vinieras a mi casa, fui yo quien te abrí la puerta y soy yo quien lo volvería a hacer.
No sabía muy bien cómo reaccionar. No sabía si reír, llorar, saltar o tirarme al suelo. Ella había vuelto a abrir la boca para seguir hablando pero otra voz que no era la mía la detuvo.
- Parejita, sé que la terraza te atrapa y que las vistas al descampado son preciosas, pero estamos sacando el 'Trivial'. — Hubiese matado a Roi en ese momento si pudiera.
- Claro, vamos. — Le dijo Ana sonriendo y fingiendo serenidad.
Salimos de la terraza y nos dirigimos otra vez al salón.
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Inefable -Warmi.
FanficLo que tenía con ella era mágico, era instintivo, era fuego, era hielo, era piel, era miedo, era fuerza... Lo que tenía con ella, a fin de cuentas, no se podía explicar con palabras.