Ella al ver mi cara, la que seguramente sería de frustración, volvió a formular la pregunta.
- ¿Qué tipo de amiga quieres ser para mí, Mimi?
- ¿Acaso tú me tratas como una amiga? — Solté sin pensar. Ella se acercó a mi cara y besó la punta de mi nariz, provocando un revuelo de emociones dentro de mí. Bufé. Sabía que había hecho eso para no tener que responder mi pregunta, así que decidí frenar la situación, pero su voz volvió a romper el silencio.
- ¿Puedo dormir aquí contigo? — Ella sabía la respuesta, y aún así lo preguntó. Asentí con la cabeza y ella se acomodó en mi pecho, mientras yo rodeaba sus hombros con mi brazo y escuchaba como respiraba hondo y echaba el aire por la boca.
Noté como se quedaba dormida a los pocos minutos, y sonreí. Sonreí aunque no tuviese motivos, sonreí porque sabía que aunque nada entre ella y yo iba a pasar, esta noche la tenía conmigo. Hoy no harían falta canciones ni libros para ayudarme a conciliar el sueño, sólo me hizo falta mirarla dormir y acompasar mi respiración a la suya. No era la primera vez que dormía con Ana, pero esta vez sentí que era diferente, era íntimo. Entre delirios, me quedé dormida.
Los rayos de sol entraban por debajo de la puerta de mi habitación y yo sólo podía notar un peso en mi pecho que no me dejaba moverme, y ese peso era Ana. Habíamos pasado la noche así, abrazadas, sin movernos por si una molestaba a la otra. Puedo asegurar que hacía tiempo que no dormía tan bien. El sonido que emitía la cafetera llegó hasta mis oídos y me despertó. Asumí que Ricky estaba despierto y que preparaba el desayuno, así que me disponía a levantarme y ayudarle cuando una voz me frenó.
- Como te muevas te mato. — Dijo mientras restregaba su mejilla en mi pecho.
- Vale, me has convencido, me quedo — Dije medio en broma medio en serio. - Oye, Canaria, sé que soy muy cómoda, pero podrías dejar que te haga el desayuno.
- Podría, pero no quiero. — Era una conversación surrealista. Ana me contestaba y yo no sabía ni cómo lo estaba haciendo, ya que seguía medio dormida en mi pecho.
Cuando quitó su cabeza sentí un vacío enorme, como si su sitio todas las mañanas debiera estar ahí, entre mis brazos. La vi coger el cuello de la camiseta que le había dejado para dormir y se llevó aquel trozo de tela hacia la nariz.
- Madre mía, Mimi, ¿por qué hueles tan bien? — Creo que esa era la frase que más nos habíamos repetido la una a la otra desde que nos conocíamos.
- Cállate ya y levantate, que Ricky estará poniendo la cocina patas arriba. — Dije provocando su risa.
Después de desayunar Ana se fue, no sin antes hacernos prometer que iríamos a ver el estreno de su musical el martes siguiente. Nos dijo que Miriam había repartido entradas para el resto de amigos y que prácticamente casi todos irían. Cuando cerró la puerta, la pregunta no tardó en llegar.
- Sólo por saber, ¿en algún momento esta y tú tenéis pensado solucionar la tensión sexual que tenéis? Porque yo, honestamente, lo de que sólo la ves como una amiga ya no me lo trago, rubia. — Dijo dándole el último sorbo a su café.
- Ya te he dicho más de una vez que sólo somos amigas, y además, ella ahora está con un chico. — Le respondí mientras recogía la ropa sucia y la metía en la lavadora.
- ¿El mismo tío del que nunca te ha hablado porque no ha tenido tiempo? — Insistía, mirándome pícaro, mientras metía su taza de Barbie en el lavavajillas.
- Mira, Ricardo, pienso insonorizar el salón y mi habitación para que nunca más vuelvas a cotillear. — Él negaba con su dedo y con su cabeza, huyendo de mí como podía, dando vueltas alrededor de la mesa. - Si te sirve de algo, yo tampoco entiendo nada, así que mejor déjalo, que ya la lié bastante ayer. — Él empezó a reír y acabé riéndome con él.
Era completamente cierto, no entendía nada. Pero no entender nada cuando estaba Ana de por medio era otra cosa. Quizás no podía explicar lo que sentía, quizás no entendía sus comportamientos, quizás ella no entendía los míos, pero cuando estábamos juntas lo que menos nos preocupaba era eso.
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Inefable -Warmi.
FanfictionLo que tenía con ella era mágico, era instintivo, era fuego, era hielo, era piel, era miedo, era fuerza... Lo que tenía con ella, a fin de cuentas, no se podía explicar con palabras.