Capítulo 8.

1.6K 97 3
                                    

Llevábamos ya un rato en la fiesta, y yo estaba en mi salsa. Desde que Miriam soltó a la salida del teatro aquel comentario sobre lo de Jadel, me prometí a mí misma que esta noche sería diferente. Esta noche no me comería la cabeza, y era cierto, porque no podía estar pasándolo mejor.

Ana estaba un poco distraída, con la cabeza en otro lugar. Casi no nos habíamos dirigido la palabra en toda la noche, y mientras tenía una conversación de lo más absurda con Ricky, alguien me cogió del brazo.

- ¿Me acompañas al jardín? Me apetece fumar. — Me preguntó Ana, y yo asentí mientras miraba a Ricky.

Llegamos al jardín y nos sentamos en unas sillas que habían mirando hacia la piscina. Estábamos calladas, y sólo se le escuchaba a ella dar largas caladas a su cigarro. 

- ¿Te lo estás pasando bien? — Preguntó sin mirarme.

- La verdad es que sí, necesitaba despejar mi mente un poco, y esto me viene muy bien. — Le respondí mientras jugaba con un hilo que sobresalía de la funda de la silla.

- ¿Despejar la mente de qué? — Me miró y yo la miré. No sabía qué responder.

- Despejar la mente, sin más. — Arranqué el dichoso hilo y la volví a mirar.

- ¿Tiene algo que ver alguna chica en todo esto? — Me quedé un poco en blanco. Ana nunca me había preguntado por mi vida amorosa, pero supongo que nuestra relación estaba cambiando desde lo que pasó en mi apartamento.

- No te lo pienso decir. — Jugué con ella, quería ver su reacción.

- Venga ya, Mimi, que no tenemos catorce años. — Se levantó de su silla y se sentó en mi regazo. No podía entender cómo incluso después de fumar, su perfume pudiese invadirme de aquella manera con tan solo acercarse a mí.

- Perdona, pero no soy yo la que le oculta a su amiga que tiene novio. — Puede que mi tono fuese divertido, pero lo que dije fue en serio.

Ella rodó los ojos mientras intentaba levantarse de mis piernas, cosa que no logró ya que la cogí por los brazos y la volví a sentar.

- ¿Acaso lo querías saber? — Su pregunta me sorprendió.

- ¿Y por qué no lo tendría que querer saber? Eres mi amiga, cualquier cosa que tenga que ver contigo me parece importante. — Le respondí aparentando calma. - ¿Si yo tuviese pareja tú no lo querrías saber?

- No. — Dijo firmemente clavando su mirada en la mía.

'No'. ¿A qué se debía esa respuesta? No entendía nada de lo que estaba sucediendo, pero no sería yo quien frenara la situación.

- ¿Y por qué no? — Le respondí mientras dejaba mi cara a escasos centímetros de la suya. Honestamente, no sé de dónde había sacado la chulería en ese momento, pero mis manos estaban temblando como nunca.

- Porque no. — Susurró acercándose más, bajando por un momento su vista a mis labios.

No podía más. De verdad que no podía más. Llevaba años y años reprimiendo mis sentimientos hacia Ana, y en ese momento, lo único que pensaba era en cómo se sentiría besar sus labios, así que me lancé. Me lancé al vacío sin paracaídas, sin nada. Me lancé y me llevé conmigo mis miedos, mis ganas y mi vida.

Ella me cogió el cuello con sus dos manos, acercándome más, y yo dejé mis manos donde las tenía, en sus caderas.

Y nos besamos. Podría deciros que fue el mejor beso de mi vida, podría deciros que sentí como mi estómago explotaba, podría deciros que se me erizó hasta el último poro de mi piel, podría deciros muchas cosas, pero ninguna de ellas se compararía a lo que yo estaba viviendo mientras sus labios jugaban con los míos.

El beso se prolongó más de lo debido, pero a ninguna de las dos nos importaba. Me sentía mareada, extasiada. No podía pensar, no podía moverme, solamente podía besarla y disfrutar.

Ana se separó lentamente, mientras juntaba nuestras frentes, sin atreverse a abrir los ojos. Cuando intenté hablar, ella me frenó. Debió entender lo que le iba a preguntar.

- Mimi, no lo digas. — Cuando abrió sus ojos y se encontró con los míos creí que me iba a derretir.

- No lo he dicho. — Sentencié acercándola un poco más a mí. — ¿Vamos dentro, no? — Ella asintió. Yo no quería ir, claro que no quería ir, quería quedarme allí con ella siempre.

Estaba esperando a que se levantara de mis piernas, pero no lo hizo.

- Pues levant... — No me dejó terminar, pero esta vez porque volvió a juntar nuestros labios.

Pasó de besarme delicadamente a devorar mi boca. Nos estábamos besando con ganas, y mi cuerpo me pedía más. Ella me cogía con fuerza del cuello, y yo subía y bajaba mis manos por su espalda.

Se separó mientras se llevaba mi labio inferior entre sus dientes. 

- Ahora sí, vamos dentro. — Se levantó y me cogió la mano.

Inefable -Warmi.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora