Capítulo 10.

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Ana me besaba como si su vida dependiera de ello y yo no podía ni pensar. Su camiseta hacia rato que se había perdido, al igual que la mía. Subía y bajaba las manos por mi espalda desnuda, y se detuvo en el cierre de mi sujetador.

- Me lo puedes quitar si quieres. — Le susurré en su oreja, dejando pequeños mordiscos.

No necesitó más, porque en cuestión de segundos mi sujetador desapareció por algún lugar de la habitación.

Ana decidió que era momento de cambiar de posición. Con una rapidez felina se puso encima de mí sin separar nuestros labios. Mi cuerpo pedía más y el suyo también, así que le quité el pantalón como pude. Ella quiso imitar mis pasos y quedamos las dos prácticamente desnudas.

Cada vez que su pierna hacía presión contra mi centro se me escapaba algún gemido que intentaba controlar, pero mi aguante se estaba esfumando, así que volví a la posición inicial y la aprisioné debajo de mi cuerpo.

Empecé a besarle el cuello y la clavícula despacio, como si mi vida dependiera de ello, como si no me estuviese muriendo por tocarla. Cuando llegó la hora de bajar a sus pechos me di cuenta de que todavía llevaba el sujetador puesto, entonces le ordené que se girara.

- Date la vuelta. — La miré a los ojos mientras ella se mordía el labio.

Se dio la vuelta sin preguntar, y yo le aparté el pelo mientras le dejaba besos por sus hombros. Aproveché para quitarle el maldito sujetador y mordí la zona baja de su espalda, donde casi empezaba su culo. Ella resopló como respuesta.

- Siempre me ha flipado tu culo, que lo sepas. — Le dije mientras le daba otra vez la vuelta y me fijaba en su cuerpo.

Realmente la tenía prácticamente desnuda debajo de mí, y era mucho mejor de como me lo había imaginado en mi cabeza, y eso ya es decir. Me atrajo hacia ella otra vez para, literalmente, devorar mis labios. Era como si llevara días sin comer y le pusieran su plato favorito enfrente.

Abandoné su boca para dirigirme a sus pechos. Mordía y succionaba mientras Ana se retorcía debajo de mí. Bajé despacio hasta su cadera donde la torturé un poco más. Veía cómo mordía su mano para no soltar ningún gemido y a mí verla así me estaba volviendo completamente loca.

- Mimi, por favor... — Me suplicó mientras arqueaba su cadera.

- ¿Qué? — Respondí haciéndome la loca, dejando un rastro de besos desde su muslo hasta su ingle.

Le quité las bragas porque era lo único que le quedaba por sacar y puede que ya la estuviera haciendo sufrir demasiado. O quizás estaba haciéndome de rogar tanto como lo hizo ella conmigo durante todos estos años. Quién sabe.

Ella volvió a abrir las piernas como por inercia, y yo me puse entre ellas. Tanteé un poco el terreno con mi dedo índice hasta que creí que era momento de parar la tortura que Ana estaba recibiendo. Introduje un dedo dentro de ella y después otro. Instintivamente ella se cogió de las sabanas con fuerza.

Aumenté el ritmo y me ayudé con mi lengua, que lamía su zona íntima sin pudor ninguno. Noté que estaba cerca y arqueé mis dedos dentro de ella. Enredó su mano entre mi pelo y su respiración fue a más si eso era posible. Segundos después noté cómo su cuerpo tembló y soltó un gemido digno de recordar.

Subí hasta su cara y sonreí, dejando un beso en su expuesto cuello. Ella soltó un suspiro y me miró.

- Ahora me toca a mí. — Su cara de paz fue sustituida por una totalmente desconocida para mí. Sus ojos estaban más oscuros que nunca y sonreía con picardía mientras se acercaba a mi cuello.

Volvió al ataque más fuerte que nunca diría yo, porque en un segundo mis bragas habían desaparecido y tenía a Ana entre mis piernas. Dejaba besos húmedos en mis muslos y mordía con efusividad.

Sentí cómo su lengua jugaba con mi centro y me perdí. Subía de arriba a abajo como si llevase toda la vida practicando y la poca cordura que me quedaba se había ido donde, posiblemente, estaban todas mis dudas sobre ella. Me saboreaba con exceso y yo no pude evitar mirar. Quizás fue un fallo mío, porque ver de la manera que Ana me estaba tocando hizo que me encendiera más, y os aseguro que eso era muy complicado. Su mano entró en acción y sentí que si seguía así iba a explotar de un segundo a otro.

- Joder... — Dije como pude mientras notaba como mi cuerpo empezaba a temblar sin control ninguno.

Un par de toques más y yo ya había llegado al más absoluto climax. Respiré hondo intentando recuperar todo el aire que había soltado unos minutos atrás, y noté cómo Ana trepó sobre mí y nos tapó con el edredón.

Mi cabeza no asimilaba lo que acababa de ocurrir, y aunque no quería, no podía evitar pensar que en algún momento me iba a despertar y volvería a estar en mi cama, con mi pijama y mis auriculares puestos escuchando alguna canción que me recordara a ella.

La tenía a mi lado, agarrada a mí como si la estuviese salvando, cuando en realidad la que me estaba salvando era ella. Sin duda esta noche había bailado el baile de mi vida, con la mujer de mi vida.

Entre tiernos besos Ana se quedó dormida, y yo la observé hasta que mis ojos empezaron a pesar. La acerqué lo más posible a mí y cerré los ojos.

Tenía demasiadas preguntas para tan pocas respuestas, pero quizás la mejor solución ahora mismo sería dormir.

Inefable -Warmi.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora