PREFACIO

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Elga y Melek eran las dos únicas niñas del reino, sus madres solían dejarlas jugar en la parte de atrás del castillo desde que aprendieron a caminar, solo les indicaban que no se acercaran mucho al bosque y menos que entraran en él.

Como solía ser cada día, estaban jugando con una pelota, tirándose-la de la una a la otra y cada vez se iban alejando sin que sus madres se dieran cuenta; ellas estaban más concentradas en su conversación y en su té. Elga le pego fuerte a la pelota y esta fue a parar a escasos centímetros donde emanaba la oscuridad, hizo un puchero y se sentó en el prado, Melek le hizo señas con sus manitas para que fueran las dos a traerla, la pequeña se levantó y fue corriendo hasta ella agarrando su manita, la oscuridad le daba un poco de miedo.

Cuando estuvieron a escasos centímetros Melek vio brotar una planta, soltó el agarre y se agacho a cogerla, la flor negra al tacto con ella broto una peonia de un color blanco rosado, la flor creció hasta hacerse más grande que sus manitas, la niña quedo maravillada con lo que estaba viendo, que sus ojos no dejaban de contemplarla, mientras Elga levantaba la pelota, su prima buscaba más con su mirada, ante sus ojitos solo existía un prado negro y árboles de imponente negrura.

Sabina ojeo el lugar donde ellas estaban minutos antes y Clara siguió su mirada, gritando levantándose de su silla:

– ¡Anjana, ven acá! –Las niñas escucharon Elga tiro del brazo de Melek soltando la pelota, corrieron hasta subir las escaleras llegando hasta donde sus madres con la cabeza agachada. Sabina y Clara se analizaron entre las dos, lo único que hicieron fue llamar a las Nanas y ordenarles que las vistieran para la cena.

– No me produce miedo la imponencia que se refleja en cada planta que se vislumbra en el pero ya no debería estar el Reino aquí Sabina. –Hablo aquella mujer agobiada que se había convertido como en una hermana para la Reina en esos últimos años.

– Entiendo –Se sentó sobre el primer escalón bajando y se quedó mirando fijamente aquella rareza oscura– Hay cierta belleza, cierto misterio y eso es lo que lo hace valioso.

– Definitivamente no estas cuerda, entremos, ya está oscureciendo y esa oscuridad más la del cielo me dan escalofríos.

Clara nunca se había acostumbrado a tener un bosque oscuro detrás del castillo y menos que la reina le encantara cada tarde sentarse ahí a leer, tomar té o simplemente quedarse mirando aquella oscuridad.

Melek movía su flor de un lado para otro en su manita enseñándosela a su Nana, mientras caminaban a su habitación.

– Que flor tan bonita, mi niña –La pequeña solo le sonrió en respuesta y seguía concentrada en su peonia– ¿Dónde la encontraste? –Pregunto alzándola para quitarle el vestido que llevaba y colocándole otro.

– ¡Bosque! –Fue su respuesta cuándo su carita apareció por el cuello del vestido.

Nana comprendió de lleno los sucesos que estaban por suceder.

El Secreto Del Bosque©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora