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Para Tsukishima todo comienza tras aquella reunión en la cafetería. En retrospectiva comenzó mucho antes, solo que no se había dado por enterado.

Sale apresurado de aquella cafetería, sin cerciorarse si lleva consigo las llaves o su cartera. En sus brazos carga con un ramo de flores más una promesa que no debió ser hecha.

Aunque no es entendido en flores, reconoce el buen gusto en la composición del ramo. Los colores de los pétalos son borgoña, intercalados con ramilletes blancos. No es ostentoso ni ocupa mucho espacio, pero Tsukishima siente que llama demasiado la atención. Le gustaría deshacerse de él.

Si Kuroo seguía en la puerta de la cafetería..., entonces Kuroo podría ver a Tsukishima abandonar el ramo en el tarro de la basura. Por eso sigue caminando rápido por las calles, repasando en su mente los últimos acontecimientos.

Un mensaje sin leer de parte de Kuroo.
Kuroo que se encuentra en la ciudad, que cómo le va a Tsukki.
Una conversación intrascendental que se alarga hasta las dos de la mañana.
Otro mensaje de Kuroo sin leer, agradeciendo la conversación de ayer.
Una llamada de Kuroo, preguntándole si le apetece comer.

A Tsukishima nunca le apetecía comer, pero no supo cómo decírselo.

—Tengo que hacerme unos exámenes... no creo que pueda comer.

Entonces déjame invitarte a un café.

Tsukishima conoció a Kuroo durante su primer año de preparatoria. Kuroo entonces cursaba tercer año y debería prepararse para los exámenes, pero no lo hacía. A veces se quedaban conversando hasta que amanecía. Les gustaban los mismos grupos de música y también odiaban a las mismas personas.

Nunca trató a Kuroo como un «senpai» pero le daban ganas de dirigirse a él de ese modo. Kuroo era de las pocas personas con quien sentía que podía aprender algo. Normalmente a Tsukishima le ocurría lo contrario.

Terminó cediendo a ese café, y antes que Kuroo eligiese un local, Tsukishima le sugirió una cafetería cercana al terminal de trenes. Pensó que sería un buen detalle considerando que el tren de Kuroo saldría ese mismo día.

Tsukishima creía que la clave de su amistad con Kuroo era precisamente la distancia. Como se veían tan poco, tenían mucho de qué hablar las pocas veces que se encontraban. De otra forma, era posible que no fuesen tan amigos.

Pero la noche anterior se la pasaron escribiéndose mensajes, y Tsukishima se sentía dudoso de que ya se lo hubiesen dicho todo. Aunque le gustaba el silencio y se consideraba una persona callada, Tsukishima podía detectar la incomodidad ajena que producía a los demás los silencios entre conversaciones, y era justamente esa incomodidad lo que le perturbaba.

Ese era el motivo de por qué, pese a que se veían diariamente, Yamaguchi era el mejor amigo de Tsukishima. A Yamaguchi tampoco le importaban los silencios, y ambos podían pasarse largos minutos sentados el uno frente al otro, con sus ojos siguiendo las volutas de vapor que desprendían las tazas que sostenían entre manos. Les gustaba tomar té en la kotatsu. A veces encendía el televisor. Otras veces compartían una naranja y quemaban las cáscaras en el brasero.

Tsukishima suponía que Kuroo y Yamaguchi tampoco se parecían en aquel aspecto. Ambos eran personas muy distintas. Tan distintas que Tsukishima se cuidaba de no mezclarlas. Ese era otro motivo de por qué la cafetería que Tsukishima le sugirió a Kuroo era un buen lugar de encuentro. No era probable que Yamaguchi rondase esos barrios.

Kuroo ya estaba en la cafetería cuando llegó Tsukishima. Había adelantado un café que bebía mientras leía una novela de tapa gastada cuyo título no se lograba leer. Como un acto reflejo Tsukishima alzó las cejas. Era tan propio de Kuroo el leer libros de segunda o tercera mano porque era un hipster. Kuroo también vestía franelas y chaquetas con parches en los codos. Pero, curiosamente, Kuroo decía que Tsukishima era aún más hípster que él por aquellas gafas que usaba.

Pero además de un libro, Kuroo también se hallaba acompañado de un ramo de flores. Aquel mismo ramo de buen gusto que Tsukishima carga entre sus brazos mientras se aleja a toda velocidad de la estación de trenes.

«Kuroo-san siempre ha tenido buen gusto...» se atreve a pensar, y sonríe.

A Kuroo otra cosa que le gusta es Tsukishima.

Pronunció aquello sin mucho preámbulo, como un hecho. Tsukishima le preguntó si era una broma, y lo preguntó con demasiada sinceridad para tratarse de él.

—Por desgracia, sí.

—Oh... ¿tan horrible soy?

—No quise decir eso. La conversación de ayer... hace mucho que me siento así. No sé qué signifiquen para ti nuestras conversaciones, y tampoco sé si quiero descubrirlo. Antes mi única excusa eran las distancias. Pero ahora que voy a estar viviendo por Sendai... necesito seguir hacia adelante o buscarme un nuevo camino, ¿lo entiendes?

—No sabía que te mudabas...

—Encontré un trabajo. Empiezo en tres semanas...

—¿Y esas flores?

—Ah, eso... mi madre me pidió un recuerdo de Sendai y no sé por qué pensé que sería una buena idea.

—¿Si me lo das a mí?

Kuroo abrió mucho sus ojos.

—Podemos intentar... lo que sea. Podemos intentarlo, Kuroo-san.

Tsukishima no puede asegurar el verdadero motivo de haber soltado aquellas palabras. Hay algo en él que le atrae, no sabe qué. Hay algo en sí mismo que le alienta a huir, desconoce el porqué. Podría decirse que no le gustaría perderlo como amigo, ya que no tiene muchos. También podría decirse que ha descubierto que no se siente tan distinto a Kuroo.

No. Es imposible que pueda decir aquello.

La situación es complicada. Tsukishima es una persona complicada.

Se detiene frente a un konbini y mira su reloj. Kuroo ya abordó su tren. Ojalá le haya comprado un llavero a su madre, en la tienda de recuerdos. A él le apetece una lata de café helado. Deja el ramo de flores sobre la banqueta dispuesta fuera de la tienda y decide seguir su camino.

Ya ha bebido suficiente café.

No necesita nada de Kuroo.

Pero entonces regresa, corriendo, y recupera las flores. Es demasiado buen gusto. Se lo dará a Yamaguchi, para que él a su vez se lo regale a Yachi. Es un ramo diseñado para el comedor de una mujer. ¿Por qué Kuroo no le pudo comprar un llavero a su madre? No, es un ramo diseñado para él.

Tsukishima coloca un jarrón con agua en la cocina, y deja allí las flores. Suyas.

How Can U Luv MeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora