Mientras viaja en metro Tsukishima repasa su día. Un hombre murió en la ambulancia camino al hospital. Aún estaba caliente cuando Tsukishima le buscó el pulso. Intentó reanimarlo sin esperanza de que aconteciera un milagro como el de seguir el protocolo establecido para dichos casos. Pasó la mano sobre los párpados del hombre para sellarle la vista y dictó la hora de muerte. Dejó a una enfermera que se siguiera ocupando del cadáver. Arrojó sus guantes de látex en un tacho de la basura y se colocó otros nuevos. Visitó el pabellón de oncología. Supervisó ciertas transfusiones. Preparó anestesias. Se entrevistó con un paciente que sería operado. Almorzó. Se miró las uñas. Acudió a pabellón. Más anestesia. Tuvo un conflicto menor con un técnico. Otro código azul. Más anestesia. Un día normal.
Algo dentro de sí se agita; no quiere acostumbrarse a la muerte.
Algo dentro de sí se le ahoga; dónde acabó su sensibilidad.
Kunimi sufrió todas las residencias clínicas. Vomitaba, se irritaba, perdía la capacidad de hablar.
Tsukishima no sintió mayor aprehensión. Recuerda, en su primera semana, una enfermera le agarró del brazo y le pidió que le comunicara a un familiar que el paciente acababa de morir, que ella estaba muy atareada en ese momento para hacerlo. Le describió a la mujer a quien debía dar la noticia vagamente, y su nombre, y el nombre del paciente fallecido. Tsukishima entró al box de espera. «¿Es usted la señora H?», preguntó a la mujer que correspondía a la descripción, y tras que ella asintiera, simplemente le soltó un «su hijo no sobrevivió a la intervención». Olvidó decir que lo sentía. Olvidó ofrecerle alguna palabra de ánimo o aliento.
Luego la enfermera le preguntó qué tal le había ido. Tsukishima pudo notar una rara mezcla de inquietud y asombro en sus ojos.
—Te iba a decir que no tenías que tomarlo tan a pecho, pero ya veo que esa parte la tienes dominada. ¿Cómo reaccionó ella?
—Ya estaba llorando antes que se lo dijera.
La gente iba y venía; unos nacían y otros morían. Se abrían cuerpos, se suturaban heridas, se canalizaban venas, se instalaban catéteres, se interpretaban ecografías, se soportaban los olores, se contenía a los familiares, se aceptaban quejas, se aceptaban agradecimientos, y al final del día se quitaba el uniforme y el calzado y, si se acordaba, también comía.
—Cómo puedes hacerlo- preguntó Kunimi a Tsukishima varias veces. Muchas veces.
—No, cómo es que tú puedes. Si te afecta tanto, ¿no te dan ganas de renunciar?
—La parte clínica es solo un trámite para mis verdaderas intenciones.
Tsukishima no puede decir por qué no instó a Kunimi a que se explayase. No le interesaba mayormente lo que Kunimi quería o no en la vida.
Ahora que sabe que sigue un doctorado, empieza a comprender por donde corren las aspiraciones de Kunimi. Por vez primera hay curiosidad por saber algo más de su vida, pero ya es tarde.
Se apea del tren y se envuelve en la bufanda. Siente la necesidad de llegar pronto a casa y hablar con Yamaguchi. De lo que sea. Quiere contarle que Kunimi ha decidido seguir un doctorado y sale con un chico que quizá él (o ambos) conoce (conozcan). Quiere también decirle que Kuroo ha encontrado un trabajo en Sendai y que ambos se han estado viendo desde entonces. Quizá sea algo más serio que un mero «nos estamos viendo», y aunque siente una efervescencia en la boca del estómago de solo pensarlo, no puede decirlo de la boca hacia afuera. No de momento.
Quizá a Yamaguchi sí pueda decírselo.
Al abrir la puerta de casa encuentra unas botas de mujer en el gekan. Reconoce el abrigo de Yachi colgado en el perchero y luego otras prendas, de dama como de varón, regadas en el pasillo hasta la habitación de Yamaguchi. El gemido que atraviesa las paredes le obliga retroceder en sus pasos y alejarse a toda velocidad.

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How Can U Luv Me
FanfictionCómo puedes amarme si yo no te agrado. Kuroo x Tsukishima. Otras ship secundarias.