Tsukishima abre los ojos en medio de la oscuridad. Observa a su alrededor buscando una referencia que le indique dónde ha despertado, algo en las paredes, en el techo. Abre mucho los ojos, sin entender qué está viendo.
Los recuerdos comienzan a llegar, uno tras otro, como un flujo lento pero contínuo.
El hospital, el turno nocturno, la energética...
—Kuroo —susurra y se incorpora de golpe.
La cobija que le cubre se desliza hombro abajo. Tsukishima toma el edredón entre sus manos y se la lleva al rostro. La mudanza, estaba ayudando a Kuroo a subir muebles y caja y, en algún momento, fue vencido por el sueño.
Es un edredón liviano y suave, huele a césped recién cortado.
Tsukshima recrea una escena en su cabeza. Imagina a Kuroo trajinando en sus cajas, sacando un edredón de una de ellas, y cubriéndolo con delicadeza de pies a cabeza. Kuroo se sentó en la orilla del somier, y le acarició sus cabellos, y le acomodó los mechones más largos tras su oreja. Imagina que Kuroo le dejó un beso, muy cerca del ojo, y le observó largo rato, con ojos enamorados.
Quiere creer que Kuroo le ha contemplado mientras duerme. Quiere convencerse de que está muy, muy enamorado.
¿Y dónde está Kuroo?
Levanta el rostro del edredón y su mirada barre con la habitación. Una sonrisa boba se le arranca de los labios cuando atisba a Kuroo dormido en el alfeizar de la ventana, con sus brazos presionando su cabeza. Es una posición extraña, y Tsukishima se pregunta cómo puede dormir así sin perder el equilibrio.
La mayoría de los muebles están ubicados en lo que parece ser su lugar definitivo, salvó el somier. También quedan algunas cajas por abrir. Tsukishima busca un interruptor de luz, pero como sospecha, faltan los bombillos.
Se acerca a Kuroo y lo contempla. Quiere creer que él también puede contemplarlo con ojos enamorados.
—Hey, Kuroo... —le susurra en su oído—. Kuroo... Estamos a oscuras.
Kuroo remueve un brazo, como espantando a un mosquito.
—Kuroo-saaan
—Qué -balbucea.
—Kuroo-kuuun
—Qué.
—Los bombillos.
Kuroo abre los ojos. Sus pupilas se dilatan como las de un felino y el iris brilla en la oscuridad. Tsukishima alcanza a divisar un atisbo de sorpresa en el rostro de Kuroo, que muta rápidamente a una expresión más seria y concentrada. Tsukishima casi puede oír al cerebro de Kuroo trabajar para hallarle sentido a las palabras de Tsukishima, o por qué él está allí en primer lugar.
—Los bombillos —vuelve a repetirle Tsukishima.
—Los bombillos...
—Porque trajiste, ¿cierto?
Kuroo agacha la cabeza y se rie. Por supuesto que se olvidó de los bombillos. Tsukishima enciende la linterna de su teléfono y toma asiento junto a Kuroo en el alfeizar, dejando el aparato entre ambos. El sonido de gotas de agua explotando contra el cristal les llega por la espalda como un suave rumor. Ninguno está seguro de cuándo ha comenzado a llover. No es necesario saberlo.
—¿Habrá una ferretería abierta? —pregunta Kuroo y husmea por la ventana; abajo ve varios paraguas abiertos y los faros de los vehículos encendidos—. No parece ser muy tarde.
Tsukishima comprueba su reloj.
—Son las ocho menos diez.
Pero ninguno hace algún además por levantarse, o por comprobar en sus teléfonos inteligentes si acaso habrá una ferretería cerca. Se acercan un poco más. Se acercan otro poco más.
¿Son ojos de enamorados? Los ojos de Kuroo brillan, brillan en la oscuridad. Tsukishima siente que él también brilla, brilla hasta encandilar.
Se siente cómo, y cálido, compartir un momento, una noche de lluvia, junto a Kuroo.
. . . .
No era tan tarde, pero se les hizo tarde. Tsukishima no tiene idea dónde habrá una ferretería abierta, o una tienda de conveniencia, o un supermercado, porque son barrios de los que no tiene idea. Kuroo se rinde en comprar bombillos. Le pregunta a Tsukishima si acaso sabe dónde pueden ir a comer, pero tampoco sabe.
—No conoces nada de la ciudad donde vives.
—Por supuesto que no. No siempre he vivido en Sendai, solo conozco los sectores por los que me muevo. Y por aquí no me muevo.
—Deberías sentirte avergonzado de ser capaz de soltar ese tipo de excusas.
—¿Acaso tú conoces todos los lugares de Tokio?
—Los conozco todos.
—De ninguna manera.
—Los conozco todos, pregúntale a quien sea.
—Bien, le preguntaré a Kenma-san.
—¡No a Kenma! Sabes que le encanta llevarme la contra.
Tsukishima niega con la cabeza. Señala un bar donde sirven okonomiyaki. Le llama la atención porque había que bajar escaleras para llegar a la puerta, grande, pesada, y con cristales amarillos y esmerilados. Le gustaban los bares ubicados en el subsuelo y también le gustaban las puertas con cristales esmerilados.
Mientras asan los ingredientes en la plancha de piedra, acompañan la conversación con un par de cervezas caseras. Kuroo habla de cómo su abuela hacía el okonomiyaki, e intenta replicar sus técnicas sin mucho éxito. Tsukishima escucha cada palabra, y también observa los labios de Kuroo, sus ojos, y cómo sus mejillas van adquiriendo color a una tasa inversamente proporcional a la que desciende su botella de cerveza.
Tsukishima ya no sabe de qué habla Kuroo. Ve sus labios moverse, y son sus labios lo único que retiene en su mente.
Y allí, en aquel bar tan concurrido, Tsukishima se olvida de todos y, por segunda o tercera o décima o millonésima vez, vuelve a juntar sus labios con los de Kuroo.
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How Can U Luv Me
FanficCómo puedes amarme si yo no te agrado. Kuroo x Tsukishima. Otras ship secundarias.