X: un vistazo al pasado

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Kuroo fue el primer amigo que tuvo Kenma y por mucho tiempo su único amigo. Al principio fue su amigo protector: Kuroo lo defendía cuando los chicos más grandes se metían con él, le enseñó a luchar con las palabras, y si fallaban, con los puños también.

Pero cuando Kuroo lo defendía evitaba usar los puños. Tenía habilidad para descubrir qué era aquello que los demás no querían oír, entonces lo decía, de la manera que más podría provocar a una persona. Sabía jugar con los tonos de su voz, con sus expresiones faciales, y aprendió a dominar el movimiento de sus cejas tras largas sesiones frente al espejo.

En algún momento, la defensa personal y la provocación se confundieron, o se fundieron, y se volvió parte en un sello suyo el escupir las verdades que nadie quería oír. Sus intenciones no siempre eran claras, especialmente cuando Kuroo confundió la defensa personal con la entretención, y la provocación se volvió parte de su sentido del humor.

Entonces se le ocurrió meterse con Tsukishima, y Tsukishima reaccionó de un modo que no pudo prever, porque no se mostró enojado ni alterado ni tampoco pareció sorprendido. Tsukishima dudó una fracción de segundo y luego le sonrió con cortesía, se llevó una mano a la cabeza y le dio la razón en lo que dijo. Porque aquello que le dijo era verdad, Tsukishima ya lo tenía asumido, y basta.

—Y luego, cuando se despidió, se estaba riendo, Kenma. Pero yo sé que por dentro no reía en lo absoluto. Solo que tampoco era enojo. Escondía otra cosa.

—¿Un demonio? —preguntó Kenma porque en el juego en el que estaba metido acababa de aparecerle un demonio. Kuroo, aunque sabía que Kenma no había pensado en lo que dijo, se quedó con esa palabra y se obsesionó con ella.

Kenma no entendía del amor. Amaba a sus padres, amaba a Kuroo, y a su modo también amaba a Kunimi. Eran los vínculos más fuertes que sentía. Quería lo mejor para ellos, que fuesen felices, que vivieran muchos años, y que mucha gente pudiese demostrarles el amor que el propio Kenma sentía, pero que no podía sacar de su organismo.

A Kenma le costaba horrores obsequiar cumplidos sin que hubiese ocurrido un hecho puntual que lo justificase. Por ejemplo decir «eres un gran amigo» porque hacía un sol radiante y pasaba esa tarde junto a alguien también radiente; o «gracias por todo, te quiero mucho» porque estaba comiendo una galleta y frente a él le acompañaba una persona a quien quisiera mucho. Cumplidos así no podrían provenir de él de forma natural bajo ningún contexto.

Kuroo lo ha protegido tantas veces, incluso de sí mismo, y Kenma no ha podido agradecérselo. Él sabe que Kuroo sabe que su agradecimiento se encuentra implícito en cada silencio luego de una conversación, o en cada pesadez tras una discusión, y que entre ellos sobran las palabras. Kuroo lo ha dejado ser. A Kuroo no le importa que Kenma no sea honesto en la demostración de sus sentimientos.

Pero a Kuroo sí que le importa que Tsukishima no sea honesto con sus sentimientos, y que le sonría cuando debería estar molesto, y que se ría cuando debería gritarle. Si se trataba de Tsukishima, Kuroo sentía que se merecía palabras desagradables o hirientes, cosa en la que Tsukishima no caía.

Kenma se daba cuenta que Kuroo no le quería a él de la misma manera que Kenma quería a Kuroo. Kuroo deseaba algo más en Tsukishima, algo que nunca había intentado buscar en Kenma, y que Kenma sabía que tampoco podría darle. La honestidad no estaba en la esencia ni de Tsukishima ni de Kenma, y a Kuroo le interesaba más la honestidad del primero y maní al segundo.

Todavía se acuerda Kenma cuando le preguntó a Kuroo cuál era su verdadero problema con Tsukishima. Y Kuroo, aquel tipo que se defendía en primera instancia con palabras, no supo explicárselo. Entonces Kenma tuvo que asumir el rol de Kuroo y decirle aquello que se negaba a oír.

How Can U Luv MeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora