XI

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Es una tarde apacible. El invierno poco a poco va cediendo terreno, pero no lo suficiente como para prescindir de un par de mantas. Las mañanas heladas del despertar de la primavera son la excusa perfecta que necesitan Tsukishima y Yamaguchi para arrellanarse en el sofá junto a una colcha y sendos jarrones de chocolate caliente. Hace semanas que apenas se ven el pelo. Los pocos espacios que reúne Tsukishima en su agenda los aprovecha en compartirlos con Kuroo, y Yamaguchi desde que sale con Yachi rara vez duerme en casa.

«Salir con Yachi», Tsukishima supone que en eso están Yachi y su amigo. En que salen.

La película que ven es Terminator II. Es una película que le hace reír y sufrir en partes iguales, por el desastre cinematográfico que, a su juicio, expone muy bien. Terminator II es una cátedra magistral de cómo no deben hacerse las películas (y que por desgracia, nuevamente a su juicio, casi todas las secuelas siguen a rajatabla, como si fuese un requisito el destruir la franquicia que les dio vida).

Un camión gira por los aires y explota estruendosamente.

—¿Cuánto habrán gastado en esta película?

Yamaguchi mira la cifra en su celular y le parece una obscenidad. A Tsukishima también se lo parece.

—Es una pornografía de explosiones y efectos especiales.

—Ni siquiera son buenos efectos.

—Quizá en su momento lo fueron.

Yamaguchi revisa en su teléfono el año en que se estrenó la película. Ninguno de los dos había nacido, pero Akiteru sí. Ambos concuerdan en que Terminator II debió ser la vanguardia tecnológica de su momento, como también lo fue Avatar.

—No podré vivir si se le ocurre hacer lo mismo con Avatar.

—No seas pesimista, Tsukki.

—No podré vivir —insiste.

—Las personas inteligentes aprenden de sus errores. James Cameron parece una persona inteligente.

—Pero las personas vendidas no aprenden de sus errores, y James Cameron se vendió con esta secuela infame de Terminator. Es que ni tiene sentido. Terminator perdió su esencia, la masacró. Terminator es lo peor que existe.

—Ya no necesita venderse, James Cameron es inteligente y sensato y está forrado: puede volver a ser auténtico.

Tsukishima no parece convencido, pero prefiere no insistir. Avatar es una de las películas favoritas de Tsukishima, y su lista de cosas favoritas es tan escueta y selecta, que es muy celoso al respecto. Y se ha dado cuenta que Kuroo encabeza esa reducida lista de favoritos, y con Kunimi nunca le ocurrió aquello.

Si Kuroo decidiera cortar con él de un día a otro, sin que hubiese una señal, sin que se hubiese estropeado la relación con el tiempo, Tsukishima no deja de preguntarse si podría vivir. Es una pregunta que deja claro lo alterado que está y lo poco que se siente él mismo. Se ha convertido en el tipo de persona que siempre odió. Un esperpento desesperado de amor, demasiado cursi como para aceptarse. No sabe exactamente qué ha cambiado, y lo que más le inquieta es lo poco que le importa ser otra persona.

Deja su jarra a un lado y pone en pausa la película. Ha llegado el momento de reconocerlo.

—Estoy saliendo con Kuroo...

Y Yamaguchi, que es tan ocurrente, solo mira de reojo a su amigo para volver la atención a la película.

—Yamaguchi, ¿Me oíste? Estoy...

Pero no puede acabar la frase. Yamaguchi se muerde los labios, trata de no reír.

—Oye, lo digo en serio. No es una broma.

Es el impulso que necesita Yamaguchi para finalmente dejar ir su risa. Tsukishima toma la jarra de su amigo y la deja junto a la suya para evitar un desastre. Siente que se ha perdido de algo, y no entiende qué. Yamaguchi hace un último esfuerzo por controlarse.

Yamaguchi le revela que hace meses que lo sabe. Lo sabe casi desde el inicio porque Yachi se lo dijo a él, y a Yachi se lo dijo Tendou, y a Tendou se lo dijo el propio Kuroo.

—¿Tendou? ¿Quién mierda es Tendou?

—Sí, yo tampoco me acordaba de él. Cuando jugábamos vóleibol, era uno de los centrales de Shiratorizawa.

Un rostro aparece en su memoria. Un tipo de pómulos marcados y ojeras que se esconden tras la sombra de un sombrero panameño. Satori-kun, uno de los colegas de Kuroo, es también ese demonio de Shiratorizawa que tenía el cabello color fuego.

—Ah, Tendou. Ya sabía que conocía ese rostro. ¿Es amigo de Yachi-san?

—No, pero es prevencionista de riesgo.

—¿Ese sujeto? ¿De verdad? —Yamaguchi asiente—. No me lo habría imaginado.

Tsukishima le quita la pausa a la película, para que haya sonido de fondo. El que Tendou sea prevencionista de riesgo no le explica a Tsukishima su vínculo con Yachi, y no tiene interés en saberlo. Le regresa su jarra a Yamaguchi y él toma la propia entre sus manos. El chocolate caliente no ha perdido temperatura.

—¿Por qué no me dijiste antes que ya sabías?

—Asumí que tú sabías que yo sabía. Que Kuroo-san te habría comentado que conoció a Tendou, que Hitoka-chan estuvo en su oficina, y tú habrías atado cabos.

—Lo siento. Debí decirte antes que te enteras por otros.

—Está bien. Es más... debería darte las gracias. Tu relación con Kuroo fue la excusa que usó Yachi para hablarme otra vez. Luego ella me confesó que no le interesaba chismosear, solo saber de mí, pero no sabía cómo acercarse.

Tsukishima hace tiempo bebiendo de su chocolate.

—¿Cómo van ustedes, Yachi-san y tú?

—Pues... vamos.

Yamaguchi se acomoda sobre el pecho de Tsukishima y se lleva su jarra a los labios. El chocolate le calienta el alma.

—¿Es un «vamos bien» o un «vamos mal»?

—Creo que es un «vamos bien».

—¿Crees?

—¿Y tú y Kuroo? —le elude Yamaguchi.

Tsukishima agradece que Yamaguchi, desde su posición, no pueda notar el calor que le azora las mejillas. Su corazón vuelve a latir doki doki. ¿Se sentirá así Yamaguchi cada vez que ve a Yachi, cada vez que piensa en ella? No había querido decirle nada a Yamaguchi porque no creyó que su relación con Kuroo fuese a durar. No pensó que pudiera considerarse una relación. Era una aventura. Un pasarlo bien. Kuroo le había confesado sus sentimientos, y pues se sentía bien saber que le podía gustar a alguien más. Solo había sido eso.

Algo plantó Kuroo en él. Una semilla había aguardado años en su corazón que era un desierto, y finalmente, ese algo había florecido en él.

—Me gusta —admitió por primera vez—. No sé por qué, pero me gusta.

Terminator y el chico Connor están charlando. Por primera vez no le parecen los diálogos más sosos de la historia. Ocurre que solo se están conociendo.

How Can U Luv MeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora