XV

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Vieja querida:

Me pregunto cómo estarás de salud. Cada vez que hablamos por teléfono, siento que tu voz no es la misma de antes, que ha perdido algo de su vitalidad. Eres tan enérgica y jovial, que a veces se me olvida tu edad. Quizá sea que ya no nos vemos, pero cuando hablamos, las pocas veces que lo hemos hecho, me da la impresión de que has empezado a envejecer. ¿Será porque me he ido de tu lado? Siendo así, deberías habérmelo dicho, y habría hecho algo al respecto. Pero eres como yo (o yo como tú), así que es de esperar que, si tienes alguna dolencia, la sufras en secreto. Tú siempre has sido la más fuerte, así que no creo que tu salud se haya complicado por un mero «me hechas en falta», pero si estás complicada, ¿por qué no me lo dices?

Debería llamarte más a menudo, pero a veces me acobardo. Al igual que tú, no me gustaría saber que te preocupas por mí, y al igual que tú, no siempre te lo cuento todo. Pero seguro que esto ya lo intuías.

Estos días me ha invadido la nostalgia. Aunque ya llevo cuatro meses instalado en Sendai, recién hoy me digné a levantar el altar familiar. Aún me queda poner unas fotos de los abuelos, aunque la verdad es que no hay espacio. En la otra casa el altar estaba instalado en el tokonoma, que me parece un lugar más idóneo que junto al gekan, como lo he dispuesto yo ahora. Tras que mar el incienso, fue como si el departamento -que es en realidad uno de estos pisos compactos que las inmobiliarias llaman studio- se llenara de fantasmas.

Esta es una de las cosas que nunca te he contado: el día que mi madre murió, quiero decir mi madre biológica, ella selló un sortilegio en mí, una suerte de maldición. Me hizo prometer que, pasara lo que pasara, yo tenía que vivir intensamente; y que cada sentimiento debía exprimirlo; y que cada experiencia debía agotarla. En su momento no entendí a qué se refería porque solo tenía ocho años, pero sus palabas quedaron grabadas en mí, y las guardé como algo muy importante. El precepto más importante que debía obedecer en mi vida..

Siempre pienso en estas palabras, especialmente ahora que tengo la misma edad que mamá cuando se extinguió. Intento ponerme en su lugar, y cuando lo hago, me da escalofríos y, según me pille, me puede dar hasta fiebre. Eso de ser consciente que ya casi no te queda aliento es una sensación terrible. Mientras escribo la carne se me pone de gallina Y cuando caigo en esas reflexiones, siento que estoy traicionando el precepto que me dejó mamá. Ella me dejó la misión de tener un corazón más aventurero y ser menos reflexivo, de ser esas personas que actúan antes que piensan. Justo al revés de lo que te enseñan. Al revés de lo que tú misma me has enseñado, desde que me adoptaste. Y al revés de lo que soy ahora.

En fin. Eso no es lo más importante que te quiero contar.

Estoy tratando de vivir mi vida más a fondo. Estoy tratando que los sentimientos me desborden, y creo que lo estoy logrando por primera vez. Y eso ha traído consecuencias.

He conocido a una persona maravillosa, vieja. Una persona que me gustaría presentarte, pero no me atrevo.

Es un secreto que llevo conmigo desde mucho tiempo, y que han sido como cadenas para mí. A veces pienso que ya lo sabes, porque algo en tu mirada me dice que lo sabes. Para mí se trata de un asunto muy importante, pero de lo que nunca hablo. Kenma lo sabe, y jamás lo hemos hablado. No soy capaz de hablarlo incluso contigo, y por eso es que, como un cobarde, te lo escribo. Ojalá puedas disculparme.

Si no lo sabes tú, no podré cumplir el precepto de mamá. No podré vivir con intensidad, justo como ella no pudo.

Vieja, estoy enamorado de un hombre. Desde años me siento atraído por los hombres, pero él fue el primero de todos, y al fin estamos juntos. Dime, ¿te he decepcionado? Quizá no pueda tener hijos, pero adoptaré muchos gatos, y perros, y tortugas de tierra.

How Can U Luv MeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora