VIII

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Una bocina remece a Tsukishima hasta los huesos. Instintivamente esconde la cabeza bajo la almohada y deja caer su brazo donde supone está el velador; pero su brazo continúa cayendo, dibujando un arco. No hay un reloj despertador sobre el velador. No hay velador junto a la cama. No duerme en una cama sino en un somier, y la bocina, que no tiene idea de donde proviene, le está perforando los oídos.

Siente un cuerpo arroyándolo. No le da tiempo a reaccionar. Kuroo se ha lanzado sobre él y sigue de largo, hasta el otro lado del somier. En el suelo un robot rebota y chilla. Es un robot despertador. A Kuroo le toma unos minutos atrapar al robot y detener la bocina.

Tsukishima saca por fin la cabeza de entre las almohadas.

—¿Qué mierda fue eso? —pregunta demasiado irritado.

—Es la única manera efectiva para despertar —explica Kuroo. Le enseña a Tsukishima su robot. Tsukishima entrecierra mucho los ojos, incapaz de comprender qué sujeta Kuroo entre manos— Ah claro, tus gafas. Ya te las traigo.

Su enfado con Kuroo le dura el intervalo de tiempo en que se ausentó para traerle las gafas. Apenas se las pone encima Tsukishima descubre a Kuroo con un albornoz de hace más de cinco siglos. Tsukishima intenta no burlarse.

—¿Quién eres? ¿Asutin Powers?

—Ja, ja, ja.

—Sé que hacer cosplay es parte de la esencia nipona, pero ¿no será mucho en tu caso?

—Búrlate todo lo que quieras, este albornoz es de lo más cómodo.

Con todas esas blondas y flecos Tsukishima lo duda. Alcanza a divisar sus ropas, dobladas y acomodadas una sobre otra, en una esquina de la habitación. No recuerda haber sido tan ordenado la noche anterior, pero si recuerda que Kuroo, a mitad de la noche, se había escabullido sábanas abajo y había estado deslizándose por toda la habitación. Tendría algún tipo de TOC, concluye Tsukishima sin darle demasiada importancia.

—Escucha, tengo trabajo, pero tú puedes quedarte lo que quieras aquí. Hay cereales, y leche. Creo que también hay uvas enlatadas.

—No, yo me regreso a casa.

—¡Por qué! ¿No que librabas hoy?

—Y... sí. Sí, pero quiero interceptar a Yamaguchi antes que parta al trabajo. O a Yachi. O ambos, si es posible.

Kuroo desaparece a la cocina. Tsukishima oye el sonido del grifo correr, y el clic de un hervidor. Al regresar a la habitación Kuroo toma asiento cerca de Tsukishima, en el borde del somier, y le acaricia la barbilla, ejerciendo presión con las uñas.

-Al menos tómate un café —le dice—. Es recomendable empezar el día con el estómago caliente.

Tsukishima se queda a la espera de un beso que no llega. Kuroo desliza la mano que agarra la barbilla de Tsukishima a la nuca, y estrecha su frente con la del otro. Su respiración cálida se mezcla con la de Tsukishima, y sus bocas, que arden, están muy cerca. Pero no se tocan, no se rozan siquiera, y Kuroo deja a Tsukishima intoxicado de sí mismo.

El sonido de la ducha saca a Tsukishima de su aturdimiento. El agua acaba de hervir. Tsukishima se viste con rapidez, deja aquel piso lo más rápido que puede. Su corazón late doki doki, pero a él se supone que no le gusta Kuroo. No quiere que le guste. No debería gustarle.

Aborda un taxi al llegar a la avenida y le da su dirección. Todavía las calles no se congestionan y el reloj del vehículo le confirma que es temprano. A tres calles de llegar a su destino alcanza a divisar la inconfundible silueta de Yachi-san. Le ordena al taxista que se detenga allí y tras tenderle un billete, le pide que se quede con el cambio.

How Can U Luv MeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora