III

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Las cáscaras de naranja arden en el brasero de la kotatsu. Yamaguchi resuelve el sudoku de un periódico de hace cuatro días y le escribe a Yachi por el teléfono. Tsukishima piensa que es una buena oportunidad para usar la palabra «discusión acalorada». Las orejas y las mejillas de Yamaguchi llamean.

—¿Por qué sigues en contacto con Yachi-san?

—Porque hemos logrado ser buenos amigos.

—Eso no es posible.

Cuando Tsukishima repasa su vida, no sabe en qué momento le sobrepasaron los años. Tiene veintiocho años y comienza a acumular deudas. Teme un día cerrar los ojos y, al abrirlos, tener cincuenta años y sus bienes hipotecados. Teme nuevamente pestañear, y sentirse fuera de su cuerpo.

La última vez que pestañeó Yamaguchi y Yachi todavía eran novios. El problema de ellos fue que sus personalidades eran muy similares, pero sus gustos muy disímiles. Al final no lograron complementarse.

—¿Tú no te juntas a veces con Kunimi? —contraataca Yamaguchi.

—Son casos distintos.

—¿Por qué?

Tsukishima aparta la mirada del televisor. No es estilo de Yamaguchi comportarse a la ofensiva. Tsukishima decide entrar en su juego.

—Porque nosotros no estábamos enamorados.

—Eso es lo que dices tú, pero... ¿Le has preguntado a él?

—Kunimi fue quien cortó conmigo. Tiene que pensar lo mismo.

Yamaguchi no replica a esa declaración. Está terminando de escribir un mensaje quizá demasiado largo. Al poco de enviarlo su smarthphone vibra y el rostro sonriente de Yachi aparece en pantalla. Su nombre está acompañado de un corazón.

Yamaguchi toma su teléfono y sale a contestar fuera. Al abrir la ventana se cuela el frío aire de fines de invierno. Tsukishima saca el suyo y abre el contacto de Kunimi. No ha hablado con él en casi un año, desde que ambos se graduaron de la universidad. Aunque no es su estilo, le escribe si le apetece un café.

Kunimi dice que le apetece.

Tsukishima se hace con el periódico viejo de Yamaguchi y termina por resolver el sudoku. Cada vez lo hacen más fáciles y aquello le aburre.

Yamaguchi sigue hablando por teléfono. Tsukishima intenta recordar cuándo fue la última vez que vio a su amigo tan enfadado. Es poco probable que esté molesto con Yachi-san. Debe haberle ocurrido algo a ella. Imagina a Yachi hipando junto al teléfono, intentando poner en orden su cerebro para narrarle a Yamaguchi sus desgracias.

Le gustaría que Yachi dejara de hacer eso.

Ha pasado tiempo desde que inició la historia de Yamaguchi y Yachi. Tsukishima los ha visto a ambos en una especie de que sí y que no que se remonta al inicio de la preparatoria. En aquel tiempo Yachi usaba el cabello corto y le gustaban las estrellas. Yamaguchi, lleno de pecas, parecía un retrato de la vía láctea al llegar el verano. Sus conversaciones nunca duraban demasiado porque ambos terminaban colorados.

El cabello de Yachi creció, las pecas de Yamaguchi se restringieron a la estación estival, y las pláticas entrecortadas fueron reemplazadas por largas sesiones en Skype y llamadas telefónicas nocturnas. De pronto eran jóvenes adultos que tenían muy claro lo que sentían, pero preferían continuar allí en el limbo. Tsukishima observó desde la distancia sin decidirse si lo que veía era bueno o malo. A veces, mientras bebían una cerveza, Tsukishima se armaba de valor y le preguntaba a Yamaguchi por Yachi. En algunas ocasiones Yachi tenía novio, y en otras no. En otras ocasiones la situación se daba al revés y era Yamaguchi quien salía con otras personas.

—Pero, ¿a quién tratas de engañar? La única que te ha gustado es Yachi-san.

—Ya.

Yamaguchi solo respondía «ya».

Un día Tsukishima pestañó y, al regresar de un turno nocturno, se encontró con Yachi desayunando en la kotatsu. Solo llevaba encima una camisa de Yamaguchi.

En algún momento, no supo cuándo, Yamaguchi y Yachi volvieron a su estado natural, allí en el limbo. De tanto en tanto Tsukishima agarraba a Yamaguchi de un brazo, cuando lo notaba especialmente decaído. Visitaban algún bar y bebían hasta vomitarse encima.

Mientras hojea el periódico, Tsukishima se pregunta si acaso ha vuelto a pestañear en lo que a su relación con Kuroo se refiere. Le cuesta creer cómo ha empezado todo.

Yamaguchi regresa con las mejillas coloreadas por el frío. Se estira todo lo largo que es sobre la kotatsu y suspira.

—Debo empezar a salir con otras personas —concluye Yamaguchi.

Sigue enamorado de Yachi-san. Tsukishima quiere parpadear. Quiere volver a abrir los ojos, y que Yamaguchi halla dejado el pasado atrás. Pero si se trata de Kuroo, ya no quiere volver a pestañear.

—¿Cerveza? —sugiere Tsukishima dejando el periódico a un lado.

—Cerveza —acepta Yamaguchi.

Dejan las cáscaras de naranja consumirse en el brasero.

How Can U Luv MeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora