Capítulo 9

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La clara diferencia

Capítulo 9

Ichimatsu tenía sus mejillas totalmente encendidas. Respiraba lentamente y con dificultad después de haber recuperado la cordura cuando el alcohol le dejó en paz. No se había resistido cuando le levanté y le llevé en brazos a casa con los demás asegurándose de su bienestar mientras caminábamos, pero conforme pasaban las horas, nos dábamos cuenta de que su temperatura estaba demasiado alta, y no bajaba por más paños húmedos que pusiéramos en su frente. Le recostamos sobre el sofá, con una almohada debajo de su cabeza, y con la ropa más fresca que tuviera, y poco a poco fueron abandonando la habitación hasta dejarme a solas con él.

Sentado en el suelo, a su lado, tomé su mano y lentamente acariciaba su dorso. Me encontraba bastante cansado, y aunque todos me habían dicho que lo mejor sería dormir un poco a causa de la noche tan larga, no podía despegarme de él. Mis manos estaban aferradas a él, y mi cuerpo no podía moverse ni un solo centímetro. Alejarme sólo un poco de Ichimatsu me haría sentir que estaría perdiéndolo de nuevo. Me negaba. Era un desvergonzado. Después de todo lo que Ichimatsu nos había dicho, que mamá lo supiera, no me hacía cambiar la opinión de alejarme de él.

Cerré mis ojos, tratando de dormir a su lado, recargando mi rostro sobre el colchón del sillón, y entrelacé mis dedos con los de él. Pero... tenía miedo. Abrí mis ojos. Quizás, si volvía a cerrarlos, él no estaría de nuevo ahí. Si perdía mi vista de él, podría perderlo para siempre. Y justo ahora, no podía soportar algo así. Mis ojos pesaban, y me obligaban a dormir, pero alzaba mi rostro cada vez que este caía. Quería que al menos despertara, confrontarlo, hablar sólo una vez más.

—¿Qué haces? —Ichimatsu me sonrió y abrí mis ojos. Acarició mi rostro con la yema de sus dedos causando leves cosquillas que estremecieron mi pecho. Sus mejillas encendidas y su cabello desordenado ayudaron para que pudiera sostener una enorme bocanada de aire que tardé en poder soltar. —Aún sigo aquí. —Sonrió.

Abrí mis ojos después de haberme quedado dormido por unos segundos. Fue simplemente un pequeño sueño. Ichimatsu seguía respirando con dificultad frente a mí, y sus mejillas estaban encendidas, no por razón mía, sino por su fiebre. El cuello me dolía, pero la situación no dejaba ni siquiera que pudiera mover un músculo. Aun cuando todo lo que pasó fue por mi causa, mis indecisiones y mis miedos no me dejaban moverme. La culpa y el odio hacia mi mismo me obligaba a seguir arrodillado al lado del sillón.

—¿Sigues aquí? Escuché la voz de Osomatsu detrás de mí. Ni siquiera me había dado cuenta cuando deslizó la puerta de la habitación, estaba tan absorto en mis pensamientos y concentrado en no perder de vista a Ichimatsu que no lograba ver a mi alrededor. Escuché sus pasos venir hacia mí y cambió la toalla húmeda de la frente de Ichimatsu por una nueva que escurrió agua sobre su nariz y seguido sus labios hasta caer por el borde de su rostro al sillón. —Ichimatsu de seguro ni puede levantarse de la fiebre. —Se sentó a mi lado y recostó su cabeza en mi hombro. —Quizás ni siquiera pueda escucharnos. Está bastante enfermo. —Extendió su mano y removió lentamente el cabello del menor, quien no movió ni un solo músculo. Miré de reojo al mayor, dedicando una suave mirada, con un toque de preocupación, y se recargó en el sillón, así como yo. —También debes descansar.

—No puedo. —Contesté. Mis ojos se humedecieron y logré contener mis lágrimas, aunque sólo logré que me doliera la nariz. —Mira todo lo que he causado. Si no hubiera dado ese beso...

—¿Estás arrepintiéndote de nuevo? —Osomatsu volteó a verme con una sonrisa un poco triste, pero negué. Esta vez no pude contener mis lágrimas, pero limpié mi rostro con mis mangas tan rápido como pude.

La clara diferencia || Osomatsu-sanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora