Capítulo 13

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CAPÍTULO
XIII

Ichimatsu

—¡Estoy realmente emocionado! —Ni que lo diga, pensé. Podía escucharlo desde mi habitación mientras terminaba de acomodar mi futón. Rasqué mi cabeza, soltando un largo bostezo y me encaminé directo a la cocina para servirme un poco de café y levantarme completamente antes de tener que ir corriendo, como todos los días, al trabajo. El teléfono estaba justo en la entrada de la cocina, y los gritos de Tata me aturdían como nunca, pero, irónicamente, estaba acostumbrándome lentamente a ellos.

Habían pasado otras tres semanas desde lo último. Así era como yo lo etiquetaba en mi cabeza para no tener que decirlo con su nombre propio. "La llamada de Choromatsu", aunque más bien, de su posible, y sumamente extraña, pareja de compañía. De una noche, o permanente, no tenía ni idea. Tampoco quería saberlo de todas formas.

La navidad la había pasado en casa de Tata en una noche de mucha comida, películas y anécdotas de su juventud que eran más que interesantes. Y en año nuevo, después de muchos años, la había pasado con un amigo, si es que podía llamarle así ahora a Takeo.

Ninguno formalizó nada. Yo por el simple hecho de que Choromatsu aún rondaba por mi cabeza, y él, por sus propias razones. Pero en secreto, y como una ligera venganza, y una forma de reconfortar mi corazón, compartía momentos con Takeo como si se tratara de dos adolescentes que no sabían nada de sus sentimientos, pero que repentinamente se besaban como una falta de otro.

Solo besos, y nunca nada más allá. Cosa que para mí estaba bien. En el mismo momento en que, mentalmente acepté a Takeo, me aferré a la idea de no pensar en Choromatsu. Y lo había cumplido al pie de la letra. Aunque en ese momento, mientras tomaba mi café, y comía un pedazo de pan, estaba rompiendo mi promesa.

No volví a llamar nunca a casa. Ni tampoco llamé a Todomatsu. Trabajé como si mi vida nunca hubiera sido compartida con mi familia. Alejado de toda noticia, y de todos ellos. Lo hice, pensando que si llegaba a recordar mi casa, automáticamente pensaría en él. Si llamaba a Todomatsu, preguntaría por él. Si ponía mi mano en el teléfono, intentaría llamarle.

—¡Ichimatsu! —Alcé mi mirada cuando la voz de Tata me sacó de mis pensamientos. Le sonreí, tomando un poco de mi café e hice un gesto para que me dijera qué era lo que necesitaba. Quizás ya eran las seis de la mañana, y me había pasado una hora pensando en esas tonterías del pasado. —¿Tienes teléfono celular? —Negué con mi cabeza en automático.

—¿Vendrá su familia aquí? —Pregunté. —Escuché que le decía a alguien que eran bienvenidos siempre en casa. —Tata caminó hasta la cafetera, me doblaba casi la altura.

—No. —Tata nunca bostezaba, de hecho, era la primera vez que lo veía hacerlo. —Unos amigos vendrán en unos días. Seremos anfitriones, ¿te parece? —Asentí sin pensarlo mucho. —Pero eso no viene al caso, ¿por qué no tienes teléfono celular? ¿Que no todos los jóvenes tienen un teléfono?

—Antes tenía uno. —Le dije y le di otro sorbo a mi café. —Pero uno de mis hermanos se quedó con él.

—Ya veo. —Dijo Tata encaminándose a la barra de la cocina. Ahora que lo pensaba, no recordaba que hubiera colgado el teléfono. Ni siquiera lo tomé en cuenta. —Prometo comprar uno más adelante. —Volteé a verle con los ojos realmente abiertos, negando sin dudarlo.

—No haga eso. —Le dije yendo hacia el lavamanos para tirar lo que quedaba del café. Enjaboné la taza y, antes de echarle agua encima, me giré hacia él. —No tiene por qué comprarme un teléfono.

—Claro que sí. —Me corrigió. —Es bueno que puedas estar en comunicación conmigo. ¿Y si algo llegase a pasar?

—¿No estamos casi todo el tiempo juntos? —Pregunté, ladeando mi cabeza. —Nos levantamos, trabajamos y regresamos. Y cuando no estoy con usted, estoy con Takeo.

La clara diferencia || Osomatsu-sanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora