Los problemas no se van, solo se transforman

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—Entonces —mencione mirando a la nada—

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—Entonces —mencione mirando a la nada—. ¿Klaus estaba enamorado de mí? —pregunte sin poder creerlo—. ¿Eso posible? —lo observe curiosa—. Es decir, ¿tiene sentimientos? —reí divertida por aquello.

—Claro que los tienes —aseguro Kol de manera molesta—, y él sigue enamorado de ti —afirmo.

—Alto ahí vaquero —interrumpí antes que mencionara otra cosa—. Klaus no está enamorado de mi —negué rápidamente ante esa idea—. Él es imposible de tener buenos sentimientos por alguien, mucho menos amor —volví a reír—, digo; yo pensé que ese beso había sido sólo para molestar, no porque él idiota de tu hermano sintiera algo por mí.

—Pues él me lo confesó —Kol dio un brinco de la barra y bajo—. Iré a darme una ducha, ¿vienes? —se despojó de su camisa avanzando a nuestra habitación.

—¿Y tú le creíste? —entre a la habitación segundos más tarde, después de procesar la información—. Es decir, ¿cómo lo dijo? —mordí mi labio de manera nerviosa mientras Kol quitaba sus pantalones.

—Pues —él se detuvo un momento como si reviviera aquel momento—. Se veía serio —tomo asiento en la orilla de la cama quitando sus calcetines, pero su rostro parecía aun pensativo—. Recuerdo que en sus ojos había determinación y seguridad —asentí sumida en aquellos pensamientos—. Ves, por eso no te quería contar nada —Kol ingreso al baño azotando la puerta a sus espaldas.

—Kol —llamé con un poco de fastidio en mi tono de voz, abrí la puerta del baño donde mí novio ya no tenía nada de ropa—. Deja de comportarte como niño pequeño el cual le roban su biberón —Mikaelson sólo me ignoro y preparo la tina—. Tú no sabes lo qué pasó después —me senté en la tapa del inodoro—. Ahora es tu turno de escuchar mi versión de los hechos.

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Enero 3 de 1880

Dormía tranquilamente en mi habitación, me había dormido tratando de esperar a Kol, pero como me sentía muy cansada no aguante mucho y caí rendida en los brazos de Morfeo una hora después de que Kol se fue.

Un movimiento brusco y las palabras exaltadas y asustadas de una persona me hicieron despertarme de golpe.

—¿Qué pasa? —pregunte adormilada tallando mis ojos.

—Anabella debes irte ya —escuche una voz y después la luz fue encendida.

—¿Elijah? —fruncí el ceño al molestarme la luz y poder mirar adecuadamente al hombre asustado yendo de un lado al otro—. ¿Qué haces aquí a las...? —mire el reloj de pared—. 2:40 de la mañana.

—Anabella debes irte lo antes posible —Elijah me tomó de ambos brazos observándome con suplica.

—¿Qué? ¿Por qué? —cuestione sin entender nada de lo que estaba pasando—. ¿Dónde está Kol? —pregunté a su hermano—. Elijah —no obtuve respuesta alguna—. Elijah, ¿dónde está Kol? —volví a preguntar muerta de miedo, pero con seguridad en mí voz.

La Tercera Salvatore - Libro IIDonde viven las historias. Descúbrelo ahora