Cuatro.

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A ella la primera hora se le pasó rápido, ya que estuvo todo el rato distraída mirando por la ventana.

Tomó sus cosas y se levantó de su silla sin prestar mucha atención.

Y ahí fue cuando chocó con él.

Con aquel chico que se giró con un ceño fruncido a mirarla.

Con aquel chico que ella sentía que conocía.

Con aquel chico, que tenía unos ojos grises hipnotizantes.

Con aquel chico que, fastidiado, le levantó sus cosas, y se las volvió a poner en sus brazos, advirtiéndole que tenga más cuidado.

Desde aquel momento, la mañana transcurrió muy lenta.

Ella no paraba de preguntarse donde había visto a ese chico antes.

Pero no tuvo ninguna clase más con él, hasta la hora del almuerzo, donde lo vio, sólo en una mesa, apartado de todo el mundo.

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