Dos.

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Era sólo otro comienzo de clases más para ella.

Estaba un poco alegre porque, empezar un nuevo año de secundaria, significaba un paso más a la universidad.

Su sueño, no era ir a la universidad, no le importaba a dónde sea, lo único que ella quería, era una oportunidad para abandonar aquella ciudad de idiotas.

Nadie comprendía nunca sus deseos de estar sola.

Y al parecer aquella mañana menos.

Ella estaba sentaba en su silla de siempre, en la segunda fila, pegada a la ventana izquierda de el salón.

Y todo el mundo le hablaba.

Le hacían preguntas sobre su verano.

Quería irse, no soportaba a nadie.

Pero no podía, así que lo único que hizo, fue mirar fijamente al frente mientras la clase comenzaba.

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