Cinco.

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Ella tuvo un pequeño impulso de ir a acompañarlo, para que no esté sólo.

Pero rápidamente se esfumó.

No tenía idea de que le había pasado por la cabeza

Se preguntó a sí misma, si es que no estaba enloqueciendo ya el primer día.

Recogió su almuerzo, y se sentó en su mesa de siempre. Con los mismos idiotas de siempre.

Y, mientras miraba el techo y trataba de ignorar cuán ruidosos eran todos, pudo por un segundo, encontrar un poco de paz.

Él tenía su rostro escondido bajo su capucha, y su almuerzo estaba intacto.

No tenía hambre.

No tenía ganas de estar allí.

No tenía ganas ni de respirar.

Quería encontrar otra salida a todo esto, él ya no era el mismo, ¿porqué estaba allí?

Y en ese momento, si que extrañó a su padre.

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