Seis.

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Las clases continuaron, y él cada vez tenía más ganas de irse.

Al entrar en el salón de matemáticas, se encontró con la mirada de la chica con la que había chocado en la primera hora.

Pero ella rápidamente se giró, tratando de ignorarlo.

Él podía ver como uno de los idiotas de los populares trataba de darle charla, y ella lo ignoraba, mirando muy distraída la ventana.

Y descubrió que le encantó como aquella chica tenía su propio mundo.

Le encantó como ella podía evadir todo lo demás.

Él quería eso, quería poder ignorar todo.

Y por un segundo, sólo un segundo, el deseó saltar, y meterse en las murallas que ella había construido.

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