Once.

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Fueron juntos hasta la parada de autobuses.

Y cuando ella le preguntó porqué no subía, él no le respondió. Porque ni él sabía la razón.

Se despidió de aquella simpática chica, y emprendió su camino a casa.

Por un instante, al ver la decepción en la cara de ella, se planteó irse en autobús.

Pero sacó rápidamente esa idea de su cabeza.

No tenía tiempo para soportar a tanta gente dentro de un lugar tan pequeño, prefería cansarse caminando, antes que tener que fingir todo ese tiempo. Ya no le quedaban fuerzas.

Llegó a su casa y saludó a su triste madre, y volvió a preguntarse, si alguna vez ella volvería a ser la misma.

Pero no lo será, él lo sabía muy bien.

Él tampoco volvería a ser el mismo.

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