Capítulo 3

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Pataleando y gritando trataba de soltarme de ese animal, pero él me arrastra jalándome del brazo mucho más duro, llevándome con él, estuvimos más o menos media hora caminando, cruzamos una cascada y pude ver una cabaña que se encontraba de tras de un pequeño lago.

Varios gurreros se encuentran fuera de aquella cabaña y cuando estuvimos cerca ellos abrieron paso para que pudiéramos ingresar.

La puerta se abrió, el lugar estaba oscuro, lo único que iluminaba la cabaña era la chimenea, había una gran mesa de madera con comida y barias sillas alrededor, se veían las puertas de dos evitaciones, una de ellas estaba abierta.

-Come hasta saciarte y duerme en aquella habitación.

Dijo el cara cortada mostrándome la habitación que tenía la puerta abierta.

Me desamarra de las cuerdas que me ataban, yo me lanzo a atacarlo, pero él ya había salido de la cabaña.

Mi estómago empezó rugir al ver toda esa comida, no sé cuánto tiempo he pasado sin comer, pero con solo saber que esos cerdos asquerosos mataron a mi familia, se me quita el hambre, así que decido encerrarme en la habitación, me recuesto en la cama de pieles y no me doy cuenta en qué momento me quede dormida.

Me desperté exaltada siento que mi corazón se quiere salir de mi pecho aun me encuentro en la habitación y me quedo mirando el techo del cuarto por un segundo mientras mi corazón se calma, me levanto de la cama para ir al baño que había dentro del cuarto.

Pego un grito cuando veo al mismo hombre de la corona de plumas, pero esta vez sin ella en su cabeza.

Él está sentado en una mecedora mirándome fijamente, me fije al lugar exacto donde me miraba y note que estaba desnuda, trate de cubrirme lo más que pude con mis pequeñas manos, yo creo que un tomate me quedo pequeño de cómo me puse roja.

Estoy paralizada, no se si lanzarme a la cama para poder cubrirme con las pieles o entrar al baño que se encontraba a poca distancia de donde me encuentro.

Él se levanta de la mecedora, me miraba como si yo fuera su presa y el mi depredador, quede hipnotizada en sus ojos, anoche no note que sus ojos tienen algo en particular, son del mismo color azul de los ojos de los lobos, un color que contrasta con su color de piel, él se acerca cada vez más, me toca levantar más mi cabeza para poder verlo, es muy alto, yo le pondría entre 1.85 a 1.95 metro de alto.

En cuanto estuvo frente mío baje la cabeza, tenía mucho miedo y no lo quería desafiar, él toca mis hombros con sus manos grandes y gruesas, se inclina un poco hasta llegar a mi estatura, yo me encuentro mirando al piso de madera de la cabaña.

- Matey len turu (mírame a los ojos)

Tiemblo al escuchar su voz gruesa, no sé porque siento que lo he escuchado antes.

- ¡¡ MATEY !! ( MIRAME)

Toma mi barbilla, la levanta, yo trato de no mirarlo, ya que me tenía un poco intimidada.

- Mírame... susurro en mi idioma torciendo los ojos y con expresión de asco.

Yo lo miro y me quedo anonadada al ver sus hermosos ojos, en ellos se reflejaba el agua de la laguna en pleno medio día.

Nos quedamos mirando en el silencio del cuarto, el tiempo y las cosas pasan a nuestro alrededor y no nos damos cuenta, la verdad no sé cuánto tiempo pasamos sumergidos en el encanto de nuestras miradas que se anhelaban la una a la otra; él acerca sus labios a mi boca y planta en ellos un delicado beso, en ese momento me transporté a la noche en que tuve el encuentro con el hombre misterioso del bosque; nuevamente rosa mis labios plantando otro placentero y dulce beso diciendo:

Mujer MíaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora