#2 - Gotta Get Out

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El timbre hizo presencia y envió a todos los alumnos a sus respectivas aulas. Me ubiqué entre los primeros asientos, como de costumbre, para esperar a mis compañeros, quienes seguramente harían que el aula se complete en el transcurso de los siguientes diez minutos, teniendo en cuenta que la mayoría llegaba tarde. Anna tomaba esa clase conmigo, y se ubicó a mi lado en menos de lo esperado.

—¿Cómo va todo, Hails?

Le sonreí. 

—Nada del otro mundo, Annie. Todo marcha como siempre.

Y como siempre, Luke entró al aula generando murmullos de mis ¿contrapartes? ¿contrincantes?

Una castaña susurró lo bien que se sentía morder su labio con el piercing. Otra, que cuando lo agarraba del pelo, él se volvía loco. Yo reí para mí: no, se enojaba. Odiaba que le toquen el pelo tan gratuitamente. "Sólo tú tienes permiso de tocarlo, Hails", recordé cómo me había dado el privilegio cuando teníamos nueve años. Ése día me había sentido en la cima del mundo.

Al igual que siempre me sentía con Luke a mi lado.

—Tss, ¡Hailey a tierra! —Me zarandeó Anna, risueña.—. Te has perdido en Hemmings una vez más.

Hice mi mejor esfuerzo para negarlo, pero la verdad sea dicha: sí, otra vez.

El profesor llegó, explicó, dio tarea, lo común. Yo anoté, suspiré, y me di vuelta cada quince minutos a corroborar si la mirada que sentía encima mío era de él. Pero cada vez que lo miraba, él estaba concentrado en su teléfono, mirando a Lacey o escribiendo algo en su cuaderno.

A su vez, Lacey le hacía guiños y él se mordía el labio. Inconscientemente, dejé escapar un suspiro, en el cual el profesor reparó.

—¿Algo que compartir, señorita Hafner?

Negué con la cabeza, tragando saliva y muerta de miedo. Qué patética era. Bueno, al menos había conseguido que la mirada de Lukey se posara en mí.

El profesor me la dejó pasar por ser la mejor en su clase, pero no conseguí más nada de Luke ese día. Ni el siguiente, ni el siguiente a ese.

...

Por la noche del miércoles, me desperté sobresaltada por un portazo que no provenía de mi habitación. Tampoco de mi casa, sino de la de Luke.

Lo oí pronunciar "maldita sea" cada dos segundos. Estaba molesto. Su teléfono sonó y él contestó tras algunos gruñidos.

—Lacey, dime.

Me tapé la cabeza con la almohada, preguntándome qué le estaría sucediendo.

—Ya te he dicho que no —Pausa.—. Sí, a mí sí me importa —Pausa, seguida de suspiros—. ¡Pues no me interesa! ¡Te lo he dejado en claro mil y un veces!

Me levanté con esperanzas de siquiera intentar darle una mano, mas pronto desistí: si Luke se enteraba de que yo podía escucharlo, cuando aunque sea en medio de la noche podía sentirme cercana a él, dejaría de ser tan libre, y levantaría entre nosotros otra pared que, juro, no necesitaba.

—Lo que sea. Sí, te veré mañana. Sí, lo que sea. Adiós —Por lo visto, "lo que sea" se había convertido en su decir favorito. O, al menos, era lo que vivía repitiendo una y otra vez.

Al instante se escuchó un golpe seco que me asustó, pero un suspiro pesado pronto me hizo saber que él estaba bien. Bueno, dentro de lo posible.

Las ventanas de su dormitorio se abrieron y comencé a oír más claro. Me posicioné en mi lugar de siempre, donde permanecía oculta para él pero donde, en cambio, yo sí podía admirarlo.

Mixtape #1, lado A {lrh} // EN EDICIÓNDonde viven las historias. Descúbrelo ahora