Bajo Tierra (Incompleto)

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       — Esto esta mal.

       — ¿Qué está mal?

       — Yo, tú, nosotros, esto.

       — ¿Por qué esta mal?

       — Por mi, por ti, por nosotros, por esto. Somos hermanos, eso es malo. Somos hombres, eso es malo. Yo quiero ser buen hermano, y eso también es malo.

       — ¿Yo soy malo?

       — No.

       — Entonces tú tampoco lo eres.

       — Si lo soy, por quererte. Por amarte y desearte. Por traerte conmigo a mi pecado, y arrastrarte a una piscina de mil metros y no poder sacarte. Soy malo por obligarme. Soy malo por no corregirte. Soy malo por no aconsejarte, por no hablar contigo, por haberte amado cuándo aún no lo hacía. Pero gran sorpresa que eres un delicioso dulce que me hace daño, y que si lo sigo lamiendo se me picaran los dientes.

       — Ya no me amas, ¿cierto?

       — ¿Ya no amarte? Como si lo dejase de hacer.

       — ¿Quieres terminar esto?

       — ¿Terminar qué?

       — Nuestra relación.

















       — ¿Tuvimos una relación?





















       — Creí que si.







●§●

Una oscura y desanimada tarde nos estaba acompañando, yo a ti, tu a mi y ella a nosotros.

Tú me observabas con una mirada somnolienta, deseando que hable de una vez; agitabas los ojos, moviendo tu atención a mi ojo derecho y a mi ojo izquierdo.

Tomé tu mano, y la admire cautelosamente, eran muy delicadas. . .

       — Preguntame.

       — Pregunta tú. Y respondo yo.

       — Pregunto lo que sea y me tú me respondes.

       — Pregunta lo que sea.

       — ¿Terminaría mi dolor?

Alzaste el ceño, confundido por la arrogancia de mi cuestión.

       — ¿Cuál dolor?

       — Yo hago las preguntas aquí, cariño. ¿Tomarías mi vida?

       — Acepto. — chistaste, Ichimatsu, alegando a una supuesta e imaginaria propuesta de matrimonio.

       — ¿Harías que me desangre?

       — Si es un castigo, si.

       — ¿Me colgarias para secarme?

Tomaste mi nuca.

       — Solo si chorreas lágrimas de la tristeza.

Tomaste tu pantalón desde los muslos como si de un pesado vestido se tratase y le sentaste mi pecho, ahogandome.

       — Ahora es mi turno de preguntar. ¿Tomarias mi alma sobre el velo de esta nueva noche, bajo esta casa y la lluvia?

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Un chasquido de pieles, se escuchaba cada segundo, llendo de poco a poco acortando la secuencia.

       — Mi... ra... me... — hablaste con desdén, sintiendo hincones en su interior, saltando por la magnitud de aquellas embetidas mias.

Entonces con rapidez me dirigí a la pared, poniendote entre ambos y golpearnos entre los dos, apoyé mis manos en ella, buscando apretarte a mi cuerpo.

       — Vu.... el.... veme........ loco... — habló suspirando, justo antes de que mi miembro tocase alguna parte muy próxima a su próstata.




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